“Llegué a hacer Chicago, el Musical, en Venezuela”, recuerda Luz Adriana ese momento en el que tuvo la oportunidad de ser parte del elenco de la adaptación de la obra de Broadway, que se presentó en el teatro de Caracas, Teresa Carreño. Una época en la que su carrera artística iba en ascenso en su país donde, además de participar en otros musicales teatrales, trabajó en televisión bailando en diferentes programas de música y comerciales.

 

Sin embargo, en enero de 2015, todo cambió cuando su situación económica se fue haciendo insostenible. Luz Adriana y su esposo, Alejandro Alves, tomaron la decisión de migrar a otro país. Tenían dos lugares como opción: Portugal, país en el que su marido tiene familiares, y Colombia, pues ella también tiene esta nacionalidad por ser hija de padres colombianos. Finalmente se decidieron por el país latinoamericano porque, tal como lo expresa Luz, les dio miedo “cruzar el charco”.

 

Así llegaron a Cali, ciudad natal de los padres de Luz Adriana, donde comenzaron de ceros. “Uno cuando sale del país dice que hace lo que sea, pero una cosa es decirlo y otra hacerlo”, afirma Luz al contar que pasó de vivir de su arte a emplearse en una sucursal de una reconocida marca de ropa colombiana, situación que tomó de forma positiva, ya que fue contratada recién llegada al país, a diferencia de su esposo a quien le tomó seis meses más en conseguir empleo. “Eso fue una bendición, porque al mes de haber llegado a Colombia yo ya tenía trabajo”, agrega.

 

  

 

A medida que fue pasando el tiempo, el esfuerzo de Luz Adriana dio frutos y comenzó a ascender hasta llegar a ser jefe de tienda. “A mí lo que me pongan a hacer lo hago bien y doy lo mejor de mí”, afirma refiriéndose a los logros alcanzados después de tres años de trabajo, en los que debió no solo aportar al sustento de su hogar sino al de sus padres que seguían viviendo en Venezuela entonces.

 

A pesar del éxito conseguido en la tienda con su trabajo, Luz Adriana sentía que su talento artístico seguía latente esperando a ser explotado. “Yo para qué peleo con esto, si es lo que en realidad soy yo, y lo que amo hacer”, se decía a sí misma en ese momento y, aprovechando la estabilidad laboral de su esposo, comenzó a buscar trabajo en escuelas de baile. Finalmente encontró una donde le dieron varias horas para impartir clases de jazz dance. “Esta escuela me dio la oportunidad de reencontrarme con mi arte, de volver a hacer lo que de verdad me gustaba y de ir por mi sueño”. Y así, mientras Luz Adriana retomaba su pasión, al mismo tiempo iba planeando sacar adelante su propia academia.

 

Al cabo de un par de años, Luz Adriana recibió una llamada inesperada para hacer parte del Programa de Apoyo a la Integración Productiva de Migrantes Venezolanos de Citi Foundation, implementado por Organización Internacional para las Migraciones (OIM) con el apoyo de la Fundación Carvajal en Cali. La llamada era para su cuñada, una emprendedora de comidas que había migrado a otro país y estaba inscrita en una base de datos de emprendimientos. “Yo le dije que la persona se había ido pero que yo tenía mi propio proyecto”, respondió Luz por teléfono aprovechando la oportunidad para sacar adelante a Luz Dance, la escuela de baile de sus sueños.

 

De esta forma, Luz Adriana inició el proceso con un ciclo de formación empresarial en temas de mercadeo, gestión estratégica, administración y costos, además del componente psicosocial en el que se abordaron temas como proyecto de vida y pensamiento empresarial. Justo en ese periodo comenzó la cuarentena obligatoria por el COVID-19 y todo volvió a cambiar: “En mayo, debido a la pandemia, a mi esposo le hacen una reducción de salario, tenemos responsabilidades con nuestro hijo, y además vivimos con mis papás”.

 

Por la necesidad de salir adelante, Luz Dance rápidamente pasó de ser un plan plasmado en un papel a una realidad, y Luz Adriana y su marido empezaron a trabajar incansablemente por ello. “Comencé dando clases online de rumba con cuatro alumnas y luego con seis”, recuerda Luz sobre esos meses en los que improvisaron la habitación de su hijo como aula de enseñanza virtual y activaron las redes sociales (IG: @luzdance), para promocionar este emprendimiento emergente que, por fortuna, tuvo buena receptividad y acogida entre su público objetivo.

 

Actualmente, esta escuela de baile dirigida a niños y adultos cuenta con 25 alumnos que reciben clases principalmente en jazz dance. Con la adquisición de su local en octubre, gracias al Programa de Citi Foundation, Luz Dance ha migrado poco a poco hacia lo presencial siguiendo las normas de bioseguridad frente al COVID-19.

 

A mediano plazo, Luz Adriana quiere ampliar el portafolio de formación de la academia, impartiendo clases de danza contemporánea y técnica vocal para que sus alumnos puedan contar con una formación integral. Adicionalmente, su sueño es posicionar a Luz Dance como una de las primeras escuelas que forman artistas para teatro musical en Cali.

 

“Cuando uno piensa en llevar a cabo un proyecto en un país que no es el suyo, uno mismo se pone la barrera. Este proceso ha ayudado a que ese sueño plasme todo lo que tenía en la cabeza a un papel, y del papel a algo real”, concluye Luz Adriana.

SDG 5 - IGUALDAD DE GÉNERO
SDG 8 - TRABAJO DECENTE Y CRECIMIENTO ECONÓMICO
SDG 17 - ALIANZA PARA LOGRAR LOS OBJETIVOS