Desde pequeña, Erminda sabía lo que era vivir la lucha entre grupos armados y padecer las consecuencias de los enfrentamientos. Por ello, a 15 años, decidió para defender Esta es la historia de una antigua enfermera de combate ––de raíces indígenas–– que ahora es gestora de salud gracias al apoyo del proyecto Salud para la Paz.

Para Erminda el campo de combate entre grupos armados fue su patio de juegos. Cuando paraban los enfrentamientos y junto a sus 3 hermanos, jugaba con los casquillos de las balas a falta de canicas, siempre con el riesgo de toparse con algún artefacto explosivo.  Así era la vida en su amada Sierra Nevada de Santa Marta, en el norte de Colombia, donde ella y su familia quedaban atrapados al menos una vez a la semana entre fuego cruzado. Sin embargo, luego de 29 años ahora sirve a su comunidad como gestora de salud.

Erminda pasó su infancia en la Sierra Nevada de Santa Marta, cadena montañosa que abarca todos los pisos térmicos y con ellos una variada flora y fauna y que se extiende desde la costa del Litoral Caribe hasta las nieves perpetuas del pico Cristóbal Colón, la montaña más alta de Colombia, en el departamento de Magdalena.

Desde que tiene memoria, Erminda vivió rodeada de grupos armados. Sin embargo, todo empeoró cuando un grupo de personas alzado en armas, desconocido en la zona, invadió su territorio: el resguardo indígena de los Kamkuamos. La violencia escaló como nunca, su familia fue amenazada y sus seres queridos asesinados selectivamente uno a uno en el lapso de pocos meses.

Frente a esta situación Erminda, con 15 años, decidió unirse a uno de los grupos armados que hacía presencia en la zona para defender su vida.

 “Los primeros meses de entrenamiento fueron muy duros, pero mis compañeros se convirtieron en mi nueva familia y nos cuidábamos entre nosotros”, dice Erminda.

Erminda militó 29 de sus 44 años con un fusil en la mano. Allí se convirtió en una enfermera de combate. Encontró su vocación arriesgando su vida para salvar la de otros.

 “La satisfacción de salvar una vida te marca para siempre. No tenía ningún título de universidad, pero tenía el corazón y las ganas”.

En medio de los enfrentamientos armados, muchas veces hizo uso de su conocimiento tradicional para sanar heridas causadas por impactos de bala, valiéndose de plantas medicinales como el romero que cuenta con propiedades antisépticas y analgésicas.

Pero todo cambió en septiembre de 2017 cuando Erminda entregó las armas y se concentró con sus compañeros en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) -Simón Trinidad-, en el departamento de Cesar. Fue allí, precisamente, que se incorporó al Proyecto Salud para la Paz – Fortaleciendo Comunidades, como parte de su transición hacia la vida civil.

En el marco de este proyecto ––que articula esfuerzos del Ministerio de Salud y Protección social de Colombia, la Organización Panamericana de la Salud, la Organización Mundial de la Salud, el Fondo de Población de las Naciones Unidas y la Organización Interaccional para las Migraciones, con el financiamiento del Fondo de Las Naciones Unidas para el Sostenimiento de la Paz en Colombia––, Erminda encontró la oportunidad que tanto anhelaba de adquirir nuevos conocimientos, habilidades y competencias en la prestación de atención en salud, y se capacitó como Gestora Comunitaria de Salud. Hoy es una lideresa al servicio de su comunidad.

 “Gracias a Salud para la Paz ahora cuento con más conocimientos y posibilidades de servir a mi gente. Me he fortalecido como persona y me siento orgullosa porque mi comunidad me reconoce y valora mi esfuerzo. . Ahora mi única arma es la palabra y la salud. Para mi Salud para la Paz es amor por la vida”, cuenta Erminda. 

 

Escucha Aquí la entrevista que brinda Alminda al programa de radio Voces Unidas del Centro de Información de las Naciones Unidas para Venezuela, Ecuador y Colombia.