María Bueno* llegó a Bogotá en 2021, luego de que las medidas para mitigar el impacto de la Covid-19 se flexibilizaran. Actualmente se encuentra hospedada, junto a su familia, en uno de los alojamientos de la OIM.
 

María nació en Venezuela en donde conoció al papá de sus tres hijos. Su historia como familia, empezó 12 años atrás. “Mi esposo era cocinero allá en Venezuela, así lo conocí.”, relata María. 

A pesar de haberse graduado como técnica en secretariado ejecutivo y trabajar como secretaria en una Universidad, el dinero no era suficiente para su sostenimiento. “Ahí pensé en venirme a Colombia para tener una mejor vida. Decidí venirme en septiembre de 2019 y llegamos a Arauca”, recuerda. “Me vine solo con mi hija, que tiene 5 años ahorita. Los niños, quienes ahorita tienen 11 y 8 años, se los dejé a mi mamá y mi esposo se quedó allá buscando un poco más de dinero”.

En Arauca, María contó con la ayuda de la familia de su esposo. A pesar de contar con experiencia como secretaria, al no tener los permisos migratorios suficientes, no pudo obtener trabajo en ese campo. Para ayudar con los gastos en la casa de sus familiares y reunir el dinero suficiente para traer a sus demás hijos a Colombia, María empezó a trabajar ayudando en tareas domésticas o vendiendo productos de confitería en las calles. Al hablar sobre esos días su rostro se torna triste. “Allí pasé un poquito de todo. La mayoría no era bueno. Me discriminaron, me insinuaban cosas, a veces no me daban comida. Incluso en una ocasión no me pagaron”, menciona María. “Sin embargo, junté dinero y me traje a mis hijos en diciembre del 2019. Yo como pude, antes de que cerraran los colegios, averigüé para que ellos estudiaran. A la niña la había metido a un cuidado del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar mientras que yo conseguía un mejor trabajo”.

Según ONU Mujeres, en su informe: “Cómo la migración es un problema de igualdad de género”, “las mujeres migrantes tienen un grado mayor de vulnerabilidad frente a los hombres. Se enfrentan a riesgos como la explotación laboral, la trata de personas y la violencia sexual que las expone al contagio de enfermedades de transmisión sexual y a embarazos no deseados, entre otros riesgos. Esta violencia también se hace evidente cuando las mujeres son sometidas a trabajos que requieren mayor fuerza, cuando no son remuneradas por su trabajo y se ven obligadas a soportar condiciones que afectan su vida, como la falta de alimentación adecuada y la no asistencia médica en caso de que lo requieran”. 

Por otro lado, la condición de pobreza y el aumento de riesgo de vulneración de las mujeres refugiadas y migrantes se vieron agudizadas debido a la COVID–19; “la pandemia alteró los medios de subsistencia de las mujeres que trabajan en la economía informal puesto que por las medidas de mitigación y prevención del contagio tuvieron que cerrar temporal o permanentemente sus negocios o dejar de asistir a las casas en las que realizaban labores domésticas”, agrega ONU Mujeres en su informe.

“2020 fue un año difícil. A pesar de que en Migración nos ayudaron con un salvoconducto, pasamos trabajo para reunir dinero. Yo vendía dulces o hacía turnos en lo que me saliera, mientras que mi esposo trabajaba de cocinero o de mesonero. Entre todos reunimos y conseguimos un cuartico pequeño y ahí vivíamos” recuerda María mientras acaricia el cabello de Luna* su hija menor. A finales de 2021 decidimos venirnos a Bogotá”, aclara. 

Con la esperanza de tener un futuro más prometedor, vendieron todos los enseres que tenían. Con el dinero compraron cinco pasajes a Bogotá y guardaron un poco de dinero como reserva. Pero, a pesar de los esfuerzos, en Bogotá las cosas no parecían mejorar para su familia. No lograron encontrar hospedaje entre sus conocidos y, debido a que no contaban con Permiso por Protección Temporal, no podían tener un trabajo garantizado. 

“Pasamos muchas noches durmiendo en la Terminal. Ahí nos condujeron a un refugio en donde estuvimos 5 días. Luego, mi esposo consiguió un trabajo y salimos del refugio, pero por no contar con el permiso lo echaron. Dormíamos donde podíamos, a veces en la calle, otras veces en la Terminal. Así fue como llegamos al barrio Santafé, a una parte que nos dijeron que era lo más económico, las habitaciones en paga diario.” rememora María.

“Cada vez que no conseguíamos para el paga diario íbamos al Terminal. De tanto ir y venir de ese lugar ya nos conocían. Una vez más nos llevaron al punto de información y de ahí nos trasladaron a este nuevo hogar. Cuando llegamos estuvimos tres días en aislamiento y nos dieron buena comida, servicio de lavandería y ropa. Actualmente llevamos una semana aquí” dice María refiriéndose al aojamiento, un lugar en el que se brinda atención a población refugiada y migrante con vocación de permanencia. 

“A los niños les decimos que todo esto es una aventura, esperando que se lo crean. Acá la psicóloga nos ha orientado mucho. Para mí esto de migrar, ha sido una experiencia de vida…. La abogada también me ha orientado mucho. Con su ayuda ya hicimos el trámite de registro para el Permiso Temporal por Protección y tenemos la cita para el biométrico en abril. Esto ha sido de mucha ayuda y agradezco a Dios por no estar en la calle en estos días”, asegura María mientras sonríe.

Este Alojamiento está ubicado en el centro de Bogotá y tiene capacidad de atención para 50 personas, aproximadamente. Allí se brindan servicios de alojamiento, atención de salud y apoyo psicosocial, además de formación y capacitación y actividades de integración socioeconómica a la población alojada en sus instalaciones, quienes tienen una rotación promedio de un mes. El Centro hace parte de los Alojamientos Temporales de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), una iniciativa realizada con el apoyo financiero de la Oficina de Población, Refugiados y Migración del Departamento de Estado de los Estados Unidos (PRM). Bajo la dirección de los Misioneros de San Carlos Scalabrinianos, este hogar ha apoyado a más de 270 personas en el último semestre. 

“A mi esposo le gusta mucho la cocina. Él quiere estudiar eso, y me dice que lo que él se propone es buscar un carrito de comidas rápidas, para poder trabajar y vivir de eso. Yo también quiero tener estabilidad y que mis hijos puedan tener su salud y educación asegurada” concluye María cuando piensa en sus sueños. 

*Algunos nombres y lugares han sido cambiados para proteger la identidad de sus protagonistas.
 

SDG 10 - REDUCCIÓN DE LAS DESIGUALDADES
SDG 17 - ALIANZA PARA LOGRAR LOS OBJETIVOS