Esta es la historia de una lideresa del Caquetá, madre buscadora de ilusiones, que brinda esperanza a otras mujeres víctimas de la violencia a través de actos de perdón y reconciliación.

María Argensola Quintero, una buscadora de paz en la puerta de la Amazonia

Esta es la historia de una lideresa del Caquetá, madre buscadora de ilusiones, que brinda esperanza a otras mujeres víctimas de la violencia a través de actos de perdón y reconciliación.

María Argensola Quintero Bañol nació hace 64 años con una fuerza interior y una rebeldía que brotaba por su cuerpo.  Llegó al mundo llorando, y su grito fue solo un aspaviento premonitorio de que su voz sería escuchada.  Y aunque vivió una infancia llena de privaciones, afirma con vehemencia que no guarda tristezas y que de sus años infantiles solo recuerda las cosas bonitas que aún la hacen sonreír y que esconde tras una mirada pícara. 

Llegó muy joven de Riosucio, Caldas, al Caquetá.  Afirma que es una hija adoptiva de este departamento, gracias a que quien hizo las veces de su padre le mostró lo bello del territorio, al igual que a muchos colonos que también llegaban a tumbar monte.  

Poco a poco, se arraigó en esa tierra que le despertaba una curiosidad que no le permitía quedarse quieta.  Muchas veces la tarde la sorprendió sigilosamente agazapada, deleitándose con las charlas de los mayores.  Así descubrió que, tras el rostro fuerte de su padrastro, se ocultaba un hombre con una ternura y una conciencia social excepcional, y que sus raíces eran Emberá Chamí.

No estudió formalmente en una escuela, pero tuvo la fortuna de conocer a Balvanera Mayoral, una maestra que vio una chispa a través de los ojos de esa chiquilla curiosa y que se dio a la tarea de enseñarle en su casa todo lo que sabía.  De ella aprendió sobre lo divino y lo humano, y de su madre y sus mayores la medicina ancestral.

Desde su juventud se perfiló como una lideresa, aunque no sabía de liderazgos.  Su espíritu juguetón y travieso la llevó a ese movimiento contracultural, libertario y pacifista que fue el hippismo. “Siempre he creído en el amor.  Fui una hippie activa de trenzas y del símbolo de la paz.  Creo en la fraternidad y en que podemos cambiar el mundo y vivir en paz”.

“Siempre he creído en el amor. Fui una hippie activa de trenzas y del símbolo de la paz. Creo en la fraternidad y en que podemos cambiar el mundo y vivir en paz"

Ese fulgor quiso ser apagado por su madre, quien no veía con buenos ojos el espíritu libre de su hija, por lo que decidió conseguirle un esposo por conveniencia.  De ese amor obligado nació un hijo.  Al poco tiempo se separó y decidió abrirse paso con esa simpatía que se tiene a los 18 años y a la que no le entraba encierro.

Pasado algún tiempo y por primera vez, sintió que la miraban con otros ojos.  Un hombre que a diario trabajaba con ella, decidió dejarlo todo para invitarla a que construyeran juntos una vida. “Me propuso matrimonio, pero yo le dije que no. No creo en eso. Para mí el matrimonio es el circo donde los novios son los payasos, así que nos fuimos a vivir”.

Un liderazgo de siempre

Después de vivir varios años con su nuevo esposo en Belén de los Andaquíes se mudaron al caserío de Cristales del Caguán, donde María abrió un comedor, aunque no sabía de restaurantes.  Allí también alzó su voz y participó para organizar a esa comunidad naciente.

“Se trata de tener ganas, solo eso.  Es solo decir: Yo quiero salir adelante.  Allá fuimos como los fundadores.  Tomé la vocería para construir en esa tierra.  Convocamos a una minga para hacer una escuela.  Luego pedimos una profesora e hicimos una capilla, una casa donde nos pudiéramos reunir a orar.  Y cuando nos empezamos a enfermar porque no había buena agua, construimos un acueducto.  Después, como la gente se moría de paludismo, hicimos el cementerio”.

Pero, un día, de nuevo esa rara tranquilidad le fue despojada de tajo. Los grupos armados llegaron como la peste. Forzada a desplazarse nuevamente huyó a Cartagena del Chairá. Allí, a uno de sus hijos lo desapareció las FARC el 23 de diciembre de 1997 y ella fue víctima de violencia sexual. 

Desde entonces, nunca ha parado de indagar por el paradero de su hijo. Después de mucho deambular, su liderazgo la llevó a la Mesa Departamental de Víctimas de Caquetá, donde tuvo la oportunidad de participar en los procesos de la Comisión de la Verdad. Ahí fortaleció su sanación y empoderamiento.  Ahora es una madre buscadora que pertenece a ese grupo de mujeres que, desde hace muchos años, sigue el rastro de familiares que han desaparecido a manos de la violencia. Ella es una de las lideresas que exige la búsqueda de la verdad y la justicia en Caquetá.

Aunque en el fondo de su corazón sabe que su hijo está muerto, porque así se lo hicieron saber en una audiencia con la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), siempre lo mira a los ojos a través de esa fotografía que tiene en su sala y le dice que un día lo va a encontrar para darle cristiana sepultura.

Hoy María es una mujer alegre que no guarda rencores, que no ha perdido la ternura ni ese regocijo con el que se levanta cada mañana. Dice que aún le sorprende un amanecer, una palabra, una lágrima y un abrazo. Es una líder empática y sus días parecen cortos para todo lo que hace.

Vive en un barrio marginal de Florencia, donde a diario llegan desplazados y donde ella sale cada día para ver cómo puede ayudar. Se levanta muy temprano, medita y planea sus reuniones con los miembros de las Mesas de Víctimas Municipal y Departamental, de las que forma parte.

Además, se prepara para los encuentros con su comunidad indígena Emberá y trabaja a diario en cómo puede aportar al crecimiento de esas mujeres a las que ella inspira. También teje con dedicación y delicadeza, como quien va entrelazando los sueños y las esperanzas. “Mire, si usted quiere sanar un dolor profundo en su alma, métase a tejer, borde, cosa, pinte, haga filigranas, qué sé yo. A medida que usted va punteando una obra, va sanando. Eso es lo que les enseño a las mujeres”.

Su liderazgo la transformó al mismo tiempo que, con su empeño y su voz, ha ido aportando a su comunidad.

 “La plataforma de mujeres fue mi escuela. Mi voluntad y determinación han sido la forma de sanación. Mi padre me enseñó que venimos a aportar solidaridad al mundo. Yo antes lloraba mucho, ya no lloro porque sané mi corazón. Yo sé que hay gente buena y de ahí es de donde yo me agarro. Tengo confianza, porque somos más los buenos que los malos. No pienso en pasados ni en futuros. Para mí, como mujer Emberá, no existe futuro, ni tampoco existe pasado. Existe el aquí y el ahora, el hoy. Solamente el hoy debo vivirlo y debo vivirlo plenamente y con alegría. Los pasados enferman, intoxican. Yo hoy soy esa María que renace, que no se queda callada y que contribuye con sus actos a que se resuelvan los conflictos”

#SúmateAlaReconciliación 
Una campaña del Programa Restaurando Nuestro Futuro de USAID, implementado por OIM en alianza con ACDI/VOCA.

SDG 10 - REDUCCIÓN DE LAS DESIGUALDADES
SDG 16 - PAZ, JUSTICIA E INSTITUCIONES SÓLIDAS
SDG 17 - ALIANZA PARA LOGRAR LOS OBJETIVOS