Hablar con Luz Vianey Osorio es una experiencia alegre, con muchas risas y aprendizaje, una experiencia que puede perdurar por horas, pues a través de su amabilidad, efusividad y cariño, quien la escucha se siente acogido. Su voz, emocional y sincera que aún atesora un poco del acento de su región, la del pacífico nariñense, puede transportarte a su amada Bocas de Satinga, municipio de Nariño en el que hace 35 años, Luz sembró sus sueños y añoranzas, las cuales hoy está cosechando a través de su labor en con hombres y mujeres víctimas de conflicto armado en poblaciones étnicas y rurales en el Valle del Cauca.

Luz nos cuenta que para llegar a Bocas de Satinga desde Buenaventura (ciudad más cercana para iniciar el viaje desde Cali) hay dos opciones, ambas son por agua. La primera es en barco, en la que toma 12 horas llegar al municipio, la segunda opción es en lancha, que reduce a la mitad (seis horas) el tiempo de llegada. En este territorio, abrazado por la diversidad de la selva y un mágico río, que posee una zona dulce y otra salada, creció Luz Vianey Osorio con su mama, Nimia María Campaz, quien se desempeñó toda su vida como docente y aún hoy, sigue activa en esta valiosa labor.

 

Luz Vianey Osorio en su época escolar

 

Y es que la infancia de Luz fue muy alegre y, sobre todo, muy viajera, pues, aunque se mantenía en el mismo territorio, debido a la labor de su madre, debían vivir por temporadas en diversas veredas y corregimientos de toda la zona. Esto también le trajo nuevos retos, pues al ser la  mayor de los 4 hermanos, asumió desde muy jóven diversos cuidados del hogar y de sus seres queridos, lo que empezó a despertar en ella un don de servicio y motivación por ayudar a sus allegados.

“Yo me acuerdo que los primeros teteros que aprendí a hacer fueron los de mis hermanos, no los de mis hijos. Además, es que en ese tiempo no es como ahora, antes allá no había estufas, se cocinaba era con fogón de carbón o leña, y yo de ver a mi mama, de tener la práctica, fui aprendiendo todo, eso es lo que lo hace a uno maestro.”

 

 Nimia María Campaz (madre) y hermanos menos de Luz Vianey Osorio

 

En su juventud, Luz estuvo colmada de buenas amistades, cariño familiar y muchas esperanzas de salir adelante. No obstante, se tuvo que separar por un tiempo de su mama, pues en los años 90 las y los jóvenes que deseaban terminar de estudiar el bachillerato solo podían hacerlo en el colegio de Bocas de Satinga o debían optar por irse a vivir y estudiar a otros municipios como Guapi (Cauca) o El Charco (Nariño). Durante los últimos años de su bachillerato, Luz vivió con una amiga de su mama, quien también la acompañó y aconsejó, sobre todo en los cuidados que debía tener, porque su región era una zona activa del conflicto armado. 

“Cuando uno miraba el tema del conflicto, no lo miraba como algo directo. Uno escucha que habían quemado tal pueblo o que habían asesinado a una persona, pero uno pensaba que eso nunca iba a llegar a donde una vivía. Pero cuando llegó al pueblo todo empezó a cambiar, los tipos de producciones agricolas, los jóvenes, los negocios, las formas de convivir... y con esto también llegó la violencia, las muertes.”

 

 

La primera vez que Luz Vianey comprendió el peso del conflicto armado fue cuando estaba en 7mo grado, pues durante este tiempo los grupos armados fueron quienes dictaron ley en el pueblo. Ella nos comenta que “Frente a todo eso la libertad como que se perdió, ya uno tenía que andar tapado -sin mostrar mucha piel pues -, acompañad de hombres, con toque de queda y no se podían hacer las mismas actividades."

La salida de Bocas de Satinga (Nariño) hacia Cali (Valle del Cauca) fue sencilla, triste y sobre todo silenciosa, fingiendo que ella (Luz), su esposo y sus dos hijos iban a dar un paseo, fue como salieron del municipio y hasta hoy no han regresado. Después de muchos años de estar en medio del fuego cruzado, de cumplir toques de queda, de conocer lo que significaba la palabra “vacuna” (monto cobrado a los negocios por los grupos armados para fines que justificaban en seguridad) y de entregar sus propios animales y producción para consumo de los grupos armados, la familia de Luz tuvo que migrar e iniciar de cero Cali. Un inicio que definitivamente transformaría sus vidas.

 

 

Hoy en día, el camino de vida de esta mujer afrodescendiente ha tomado un rumbo protagónico en las poblaciones rurales del Pacífico. Como técnica en salud, Luz Vianey se ha enfocado en trabajar con comunidades étnicas víctimas de conflicto armado en la región, y lidera dentro de la Secretaría de Salud de Cali (Valle del Cauca), diversas actividades y proyectos que permiten la reivindicación de las vidas, actividades sociales - familiares y procesos  colectivos para el desarrollo de estas personas.

De igual forma, con el propósito de seguir cumpliendo diversas metas de incidencia en el sector salud, Luz estudia ahora un pregrado en trabajo social, el cual asegura, le va a permitir enfocar mucho más su labor con victimas de conflicto armado en las poblaciones étnicas. Frente a esta oportunidad de estudiar profesionalmente, Luz nos cuenta "realmente pensé que el tema de la universidad se iba a quedar como en un sueño pues por las situaciones de la vida, pero nunca perdí la esperanza de ingresar a la universidad. Llegar a septimo semestre para mi ha sido todo un desafío, porque no ha sido facil trabajar, estudiar, ser mama, tener lecturas, trabajos, escritos, etc...¡Ha sido todo un reto!"

 

“Cuando yo empecé a trabajar en Cali, en esta labor (de salud), a mí me tocó que aprender a conocer el territorio, que me mandaran para Potrero Grande, El Hormiguero, a muchos corregimientos del Valle del Cauca, y en esa dinámica fui adquiriendo habilidades y una gran relación y empatía con las comunidades étnicas en las zonas rurales.” Luz Vianey Osorio.

 

Para Luz Vianey el haber logrado entrar a trabajar a una entidad de gobierno local sin tener experiencia es un logro profesional que la ha marcado, pues el que diversas personas hubiesen creido en ella, en su historia, sus capacidades fue para ella todo un triunfo. Frente a esto, piensa que "eso es a lo que realmente las empresas e instituciones le deben aportar, el poder contratar mujerres - sobre todo de poblaciones o territorios étnicos- sin enfatizar en que tanta experiencia tenga sino las habilidades, saberes y aprendizajes que se van adquiriendo en el camino." 

En este caminar, el reconocimiento de su labor por parte de las comunidades étnicas y sobre todo los consejos comunitarios ha sido muy importante para ella, pues en el marco de conmemoraciones como el Día de la Mujer Afrolatinoamerica, Afrocaribeña y de la Diaspora, ha recibido premios y agradecimientos comunitarios por su trabajo desde el sector salud que la han marcado y la han impulsado a seguir trabajando por y desde estas poblaciones.

Otro de los logros más significativos en su labor profesional fue haber haberse unido con sus compañeras Paula Orejuela y Fernanda Afanador para liderar la creación de un proyecto de creación de perfiles laborales acordes a las realidades, cualidades y conocimientos de las mujeres afrodescendientes que migran de diversos territorios del Pacífico a Cali (Valle del Cauca), pues “es necesario que los perfiles de empresas no sean diseñados para quienes tengan un diploma, porque esto sesga y destina a las mujeres afrodescendientes a seguir trabajando en oficios varios o en restaurantes, cuando su experiencia y capacidad es mucho más grande.” 

 

 

Cabe destacar que este fue el proyecto con el cual se graduó del diplomado perspectiva de género y enfoque étnico – racia, el cual fue impulsado y desarrollado por el Programa Inclusión para Paz (IPA) de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), implementado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en alianza con la Alcaldía de Cali a través de la Subsecretaría de Género, una iniciativa que le ha permitido fortalecerse no solo como profesional en salud, sino también como referente étnica dentro de entidades de gobierno, logrando impulsar el reconocimiento de la diversidad étnica y de género. 

Finalmente, Luz comenta que durante la actual cuarentena todo ha sido un proceso de adaptación, su esposo Uriel José Quintero, y sus hijos, Maily Ivett Quintero y Jeremith Quintero, son su motor y motivación, pues aunque están todos en casa, y en muchas ocasiones necesitan al mismo tiempo un computador para conectarse, además, ella debe estar pendiente de su trabajo y de que sus hijos asistan clase a clase virtual, entre múltiples tareas del hogar, no pierde el impulso e intenta mantener positiva. Pues esta nueva realidad de vida no ha sido obstáculo para que ella siga estudiando, ejerciendo su profesión, cuidando a su familia, y trabajando por y desde los consejos comunitarios en la región Pacífico.