Nunca había salido de su ciudad y no se había imaginado la posibilidad de vivir en otro país, hasta cuando la situación en Venezuela la forzó a tomar la determinación. Llena de miedo, Ana Carina Palacio atravesó la frontera con Colombia en donde espera mejorar ese destino. Ahora es otra mujer, tiene la fuerza y la esperanza suficientes para enseñarles a sus hijos cómo se pueden superar las adversidades de la vida.

 

Hoy Ana Carina está llena de esperanza. Llegó en 2018 a Colombia después de una travesía desde Maracay, la ciudad venezolana en la que nació y de la que nunca había salido, y solo el hecho de haber logrado ese paso ya cuenta para ella como una gran victoria.

En Colombia pudo por fin, después de mucho tiempo, “darle una sopa con todas las verduras” a su hijo de dos años. Y ha podido también volver a soñar con un futuro prometedor en el que, para empezar, se reconoce a sí misma como una mujer capaz de lo imposible, algo que antes no había sentido.

Ella se encuentra en el Centro de Atención Transitoria al Migrante (CATM), ubicado en el municipio de Villa del Rosario, en el departamento de Norte de Santander, en el que se ofrece asistencia y protección para aquellos refugiados y migrantes venezolanos que necesitan descansar o encontrar un lugar digno y seguro, en donde pueden planear posibilidades para mejorar su condición.

A Colombia llegó con miedo. Venía embarazada y dio a luz en un hospital de Cúcuta mientras alguien cuidaba de su niño mayor. Dos días después estaba de regreso a la calle, donde trabajó por meses vendiendo bocadillos de guayaba y aguacates. También durmió durante muchas noches a la intemperie, aquellas noches en las que las ventas no le permitieron reunir el dinero suficiente para pagar una habitación.

“Siempre estuve con mis niños. Ellos son mi fuerza para continuar”, dice. “Tengo una buena alimentación y los pañales para mi hija. Eso es lo importante”, señala, agradecida por el apoyo que recibe en el CATM y de las organizaciones que le han tendido la mano. “Este es un lugar maravilloso donde estamos fuera de la tormenta”.

Ana Carina en el Centro de Atención Transitoria al Migrante -CATM

 

En el CATM recibe además atención psicosocial y de salud. Este lugar es implementado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) con el apoyo financiero del Ministerio de Relaciones Exteriores, la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), la Alcaldía de Villa del Rosario, la oficina de Población, Refugiados y Migración (PRM) del Departamento de Estado de Estados Unidos, el Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia (CERF) y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). 

Hay otras organizaciones que ofrecen servicios adicionales, como acompañamiento psicológico y orientación en la prevención de trata de personas como la explotación sexual, laboral, mendicidad ajena, entre otros.

Por todo eso, Ana Carina se siente como en casa. “Es como si todos fuéramos hermanos y nos conociéramos de hace mucho tiempo”, dice con la ilusión puesta en tres objetivos claros: conseguir vivienda, encontrar un trabajo y volver a reunirse con su mamá, que quedó en Venezuela esperando atención médica.

“He luchado mucho y no quiero rendirme. Quiero enseñarles a mis hijos que siempre se puede salir adelante, surgir y mejorar. Quiero que tengan un buen futuro, que puedan estudiar y que nunca tengan que pasar hambre y necesidad”.

Esa determinación es uno de los aprendizajes de Ana en Colombia. “Me siento fortalecida. Todo lo que he vivido me enseñó que sí puedo. Me siento feliz con los niños y estoy llena de esperanza”.

De acuerdo con cifras de Migración Colombia, al 31 de diciembre de 2018, había en Colombia 1.174.743 venezolanos. 695.496 de manera regular y 479.247 de manera irregular.

 

Centro de Atención Transitoria al Migrante - CATM en Cúcuta, Colombia
Ana Carina y su hija participan de las actividades que se realizan en el Centro de Atención Transitorio al Migrante - CATM, cerca a Cúcuta.