A sus veinte años, Deisy* ha caminado mucho. Migró de Venezuela junto a su bebé, su esposo y prima, y llegó al alojamiento que OIM tiene en Ipiales para refugiados y migrantes venezolanos con la misión de que su hijo no recorra sus mismos pasos y disfrute de su niñez.

“Llegué a Cúcuta con la esperanza de que mi esposo y yo consiguiéramos trabajo. Mi bebé merece cualquier sacrificio que esté a nuestro alcance, pero allí fue muy dura la situación y debimos seguir la famosa ruta del caminante para llegar a Bogotá”. Con esta frase sobre su vida, Deisy inicia su relato sobre el viaje que emprendió junto a su familia desde hace un año.

Dejar los 32 grados centígrados de la capital de Norte de Santander y pasar al frío de Bogotá, no fue sencillo. Aun así, con su bebé de dos años en brazos y la compañía de su familia, siempre se muestra positiva ante las adversidades. 

“En Bogotá trabajé como recolectora de tomate. Me le medía a lo que saliera y mi bebé gozó de buena comida durante ese tiempo. Dejar Venezuela y luego Ecuador (primer país al que migraron) fue duro, más porque mi bebé se enfermaba y a nosotros el cansancio nos vencía. Pese a cada traspié que hemos vivido, la esperanza sigue en pie: darle la vida que nosotros no tuvimos a nuestro hijo”, agrega Deisy.

En compañía de su esposo y prima, está joven venezolana tomó la decisión de trasladarse de Bogotá a Cali y, posteriormente, a Pasto. Allí coincidieron con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y, con el apoyo que recibieron, lograron un transporte humanitario y alojamiento temporal hasta Ipiales; iniciativa apoyada por la Oficina de Población, Refugiados y Migración de los Estados Unidos (PRM).

Un peluche es la forma que encontró la prima de Deisy para recordar a su esposo.

“Yo no tengo queja de Colombia. Ha sido un país que nos ha tratado muy bien, pero la situación se está apretando y debemos volver a Ecuador. Allá tenemos familia y, después de mantenernos allá, esperamos regresar a Venezuela. Dejamos mucho allá y, ahora, cada uno siente un vacío en su pecho que poco a poco se llena con cada persona que nos apoya”, comenta Daisy.

“Todos hemos perdido y ganado algo con la migración. Ahora, estamos en este alojamiento y nos han tratado muy bien, ya nos hacía falta comer y descansar. Estos espacios renuevan nuestro caminar, no se siente uno tan solo. Sueño con ver a mi bebé estable, disfrutando de su niñez y haciendo lo que yo no hice: estudiar”, concluye. 

Los alojamientos temporales son espacios de protección en los que refugiados y migrantes acceden a asistencia humanitaria integral, incluyendo alimentación y artículos no alimentarios (NFI), durante un tiempo determinado. Estos lugares contribuyen a mejorar sus condiciones de vida al facilitar el suministro efectivo de asistencia. La ruta de este servicio de asistencia humanitaria se coordina con socios implementadores de la OIM y otros actores, como agencias ONU y gobiernos locales.
*Algunos nombres y lugares han sido cambiados para proteger la identidad de sus protagonistas.

*Algunos nombres y lugares han sido cambiados para proteger la identidad de sus protagonistas.