Nelson Castillo salió con su familia de Venezuela rumbo a Perú. En su paso por Colombia encontraron el apoyo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
"Nos hacen sentir como hijos porque nos acompañan hasta nuestro destino”, indicó este hombre que nunca había salido de su país y que, por eso, y porque lo ama profundamente, sueña con volver.

Nelson Castillo lleva a su país en el corazón. Habla de Venezuela con pasión de enamorado y aunque va rumbo a Perú, tiene la certeza de que pronto regresará a su tierra, a terminar de construir la casa que dejó en Barcelona, en el estado de Anzoátegui.

Él mismo alistó el terreno y construyó un local. Nunca lo había hecho, pero las ganas le ayudaron para crear ese espacio propio en el que instaló un negocio de verduras que, en el que según recuerda, “caían las ventas, pero volvían a levantar”. A pesar de ello, a Nelson le gana la generosidad: “Yo le daba la mercancía a la gente que no tenía para comer y no estaba pendiente del dinero”.

Para emprender el viaje vendió una nevera, una cama y una cocina, e inició su recorrido con su esposa y sus dos hijos hacia Colombia; en este país, hicieron tránsito hacia Lima, en donde los esperaban sus cuñados. La decisión no fue fácil porque nunca habían salido de Venezuela y porque siempre había puesto su empeño en aportar y trabajar por su país. El camino trajo sus retos: la trocha para atravesar la frontera y una emergencia médica con uno de los niños, los asustaron aún más.

Pero esa sensación inicial rápidamente fue apaciguada por el apoyo que recibieron en el Centro de Atención Transitoria al Migrante (CATM) de Villa del Rosario, cerca de la ciudad fronteriza de Cúcuta, desde donde entraron en contacto con el hospital para la atención médica del niño. Todo salió bien y Nelson solo tiene palabras de agradecimiento con el personal que le ha dado la mano. “Están haciendo una buena labor”, dice.

“El apoyo ha sido magnífico, nos han tratado demasiado chévere. Teníamos muchos años de que no nos trataran así”, señala lleno de alegría este hombre que entiende lo que es ponerse en los zapatos de los demás y, tal vez por eso mismo, reconoce cuando es otro el que se pone en los suyos.

 “Tenemos las tres comidas, un techo bueno y una sensación de protección que nos hace sentir como si fuéramos hijos aquí, porque nos están cuidando hasta llegar a nuestro destino. Por eso a todos les he dado las gracias en nombre de mi país. Lo que queremos es luchar y trabajar debidamente para recuperarnos y volver algún día a esa Venezuela que queremos tanto”.

El CATM es implementado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y ha contado con el apoyo financiero del Ministerio de Relaciones Exteriores, la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), la Alcaldía de Villa del Rosario, la oficina de Población, Refugiados y Migración (PRM) del Departamento de Estado de Estados Unidos, el Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia (CERF) y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).

En este alojamiento temporal se brinda un espacio de acogida tanto a refugiados y migrantes de Venezuela, así como a colombianos retornados de ese país. Allí, las personas reciben alimentación, elementos de aseo, hospedaje, servicios sanitarios y acceso a internet para que puedan comunicarse con sus familiares y refuercen su red de apoyo.

    


 Nelson y su esposa Axel durante una de las actividades de prevención del delito de trata de personas realizada en el CATM de Villa del Rosario.