Luis Felipe es un niño de 8 años que vive en una vereda del municipio de Puerto Rico (Meta), ubicado a más de 200 kilómetros de Villavicencio. Cerca de su casa se encuentra el Internado las Palmas, que acoge a 317 niños y niñas brindando educación, alimentación y una residencia para su periodo escolar.

Él, diariamente debía caminar una hora y media para acceder a su formación escolar. Su ruta era una trocha que cruza serranías y llanuras, aspecto representativo de la geografía diversa del Meta, por lo que se encuentraba expuesto no solo a riesgos ambientales sino a la vulnerabilidad que se genera por la presencia de grupos armados ilegales conocidos como disidencias. Luis es tan solo uno de los menores que es sujeto de especial protección del Estado y su realidad muchas veces es una constante, por lo que los internados representan una respuesta que debe consolidarse como un entorno seguro para los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de Colombia.  

El municipio de Puerto Rico es conocido a nivel nacional por la toma guerrillera de las FARC ocurrida en el año 1999. La confrontación armada ha estado presente en la historia de este territorio donde la infancia y juventud son sujetos vulnerables frente a los diversos hechos victimizantes; por lo que la Defensoría del Pueblo ha manifestado en varias ocasiones, que las instituciones educativas y los internados rurales han sido blanco de los actores armados ilegales, aprovechando el aislamiento geográfico y la poca presencia estatal para lograr sus objetivos de aumento de hombres en sus filas. Aunque también, como en el caso de Luis Felipe, son la mejor opción al minimizar los riesgos de los desplazamientos en la ruralidad.

La historia de Luis Felipe cambió en 2019, cuando la realidad de cuatro internados rurales del Meta, entre ellos la institución educativa “Las Palmas” de Puerto Rico se convirtieron en agentes transformares con la iniciativa local “Internados Escenarios de Paz”. Esta iniciativa se viene ejecutando con los miembros de la Mesa de prevención del reclutamiento, uso y utilización del Departamento del Meta, bajo el liderazgo de la Secretaria de Derechos humanos y Paz, y  con el apoyo y coordinación del programa RPR de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) implementado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM); logrando a través de ella, consolidar acciones que permitan una convergencia institucional, para mejorar la presencia estatal en las instituciones educativas rurales, fortalecer el entorno protector en los internados y generar una capacidad instalada en derechos humanos, prevención y enfoque de género en la comunidad educativa.

En este marco, la iniciativa entregó una dotación deportiva y musical para los internados de Puerto Concordia, Puerto Rico y Puerto Lleras, en zonas rurales del Meta, la cual estuvo acompañada de un proceso de formación a 35 líderes de la comunidad educativa, quienes reciben jornadas de trabajo de entidades como la Fiscalía General de la Nacional, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, la Gobernación del Meta, la Alcaldía Municipal y el Programa RPR. 

Y es que para niños como Luis, un balón es la forma no solo de usar su tiempo libre de forma adecuada, ejecitarse y compartir, también es la posibilidad de soñar con levantar la Copa del Mundo y de gritar goles además de acompañarlos con mensajes de paz. Para este pequeño que se convierte en un protagonista más de los niños y niñas que viven la ruralidad desde la esencia de las montañas, los ríos, árboles y animales, esta inciativa le devuleve la esperanza de estudiar en un entorno seguro, haciendo de los internados de paz el escenario ideal para crecer y formarse con una garantía real de acceso a sus derechos.

Él ha hecho de cada estudiante y sus docentes, miembros de su familia, de su equipo de fútbol, de su banda de música, de su vida estudiantil. Las diez letras de su nombre, permanecen firmes y seguras cada vez que la lista es leida por esos profesores que saben la importancia de que la escuela sea un espacio protector. Luis Felipe sonrie y agradece porque sabe que dormir en el internado le permite sentir paz a él y su familia, mientras llega el viernes para volver a la trocha en la que va de la mano con sus padres para regresar a las raíces de su hogar.