-Hizo su primera guitarra a los 14 años calcándola en una cartulina
-Es ingeniero electrónico y publicista, carreras que ha puesto al servicio de la luthería. 
-Está dedicado a investigar y mejorar la técnica con la que se hacen los violines caucanos. 

A los 14 años, Deriam Popó Amú soñaba con tener una guitarra, y aunque ahorró sagradamente lo que se ganaba en la galería de Santander de Quilichao cargando canastos con mercado, no pudo hacerlo. “Mi papá me dijo que era mejor invertir la plata en una bicicleta, porque vivíamos en una vereda y la necesitábamos para ir al pueblo”.

Pero Deriam no se resignó, y un día mientras estaba en una ceremonia religiosa donde se presentaba un grupo de músicos tuvo una epifanía: “Ellos estaban tocando, y yo cerré los ojos y sentía que estaba allá con ellos, dentro de la presentación”, recuerda. 

Fue tal lo que sintió que le pidió al guitarrista que le prestara su guitarra eléctrica para copiarla en una cartulina. Se rieron de él, pero se la prestaron, y él con mucho cuidado la calcó y se llevó el dibujo a su casa. “Mi papá me trajo un pedazo de madera del ingenio donde trabajaba, y con él fui a un colegio técnico de Santander donde enseñaban carpintería. Pedí que me dejaran hacer la guitarra, pero me dijeron que no, que ahí solo hacían mesas o esquineros”.

“Mi papá me trajo un pedazo de madera del ingenio donde trabajaba, y con él fui a un colegio técnico de Santander donde enseñaban carpintería. Pedí que me dejaran hacer la guitarra, pero me dijeron que no, que ahí solo hacían mesas o esquineros”

El luthier que representó a Colombia en el Festival de Jazz de Nueva Orleans

Deriam aceptó a regañadientes fabricar un esquinero, y mientras lo hacía, poco a poco iba cortando y perfeccionando su guitarra. Se la mostró a un profesor de electrónica, quien de la mano de una revista llamada ‘Electrónica Popular’, le ayudó a ponerle micrófonos. “Cuando los instalé y la guitarra sonó… Yo dije ‘esto es’. Fue un regalo divino”

Así inició Deriam su historia como luthier (construyendo, restaurando, reparando y ajustando instrumentos de cuerda frotada y pulsada), que lo acaba de llevar al Festival de Jazz de Nueva Orleans, de la mano de los programas Hilando Vidas y Esperanza y Juntanza Étnica, de USAID, e implementados por la OIM y ACDI/VOCA respectivamente.

En este festival, que tenía a Colombia como invitado de honor, Deriam, junto con otros nueve artesanos locales, exhibió y vendió sus instrumentos, entre los que se encuentran los tradicionales violines caucanos. “Fue una gran experiencia, en el festival hubo una colombiamanía generalizada. Pude conocer a grandes músicos y hacer muchos contactos”.

El llamado de los ancestros 

La guitarra que Deriam copió en una cartulina fue un éxito entre los músicos de las iglesias cristianas de su vereda, quienes empezaron a hacerle encargos. Deriam se creyó el cuento y se puso a fabricar guitarras, y buscando piezas y repuestos, conoció a algunos de los más famosos luthiers de Cali, quienes le abrieron las puertas de sus talleres para que siguiera aprendiendo.

Contrario a otros luthiers, Deriam empezó haciendo guitarras eléctricas, un conocimiento que perfeccionó cuando estudió ingeniería electrónica en la Universidad del Valle. Esto le permitió estar compartiendo información nueva con otros fabricantes tradicionales de Cali, donde llegó a tener dos talleres. “Allí hacía y vendía charangos, tiples, bandolas, quintos, requintos y otros instrumentos de cuerda”.  

Pero el amor por sus raíces negras lo hizo regresar a Santander de Quilichao a investigar sobre las músicas tradicionales del Pacífico Seco. Allí se reencontró con el violín caucano, también conocido como guadolín, que su abuelo solía tocar y que él había visto muchísimas veces en los festivales de fugas que se realizaban en su pueblo. Este tradicionalmente es elaborado en guadua por artesanos que lo fabrican empíricamente. 

“Cuando monté mi taller allá, me empezaron a llegar violines caucanos para reparar. A algunos músicos nos les gustaba tocarlos porque desafinaban mucho, así que yo me propuse hacer un violín con el que cualquiera se sintiera cómodo”.

El luthier que representó a Colombia en el Festival de Jazz de Nueva Orleans

Esto se convirtió en un proceso investigativo, en el que Deriam empezó a experimentar cómo podía sonar mejor el guadolín, y a escribir y a documentar el proceso. A esta tarea se sumó su esposa, Rosa Camacho Balanta, quien es profesora en un colegio étnico afro. “Con ella hemos investigado el origen de los violines caucanos, y aunque hay una versión que dice que fueron creados a semejanza de los españoles, nosotros hemos encontrado que en África hay un instrumento similar. Es que este violín caucano originalmente no se tocaba con mentonera, sino sobre el pecho. Nosotros nos inclinamos a pensar que nuestros ancestros adaptaron sus conocimientos a lo que habían visto en África, buscaron algo redondo, como la guadua y lo armaron con las únicas herramientas que los españoles les dejaban usar: el barretón, la pala y el machete”

Y es en ese momento cuando Hilando Vidas y Esperanza llegó a la vida de Deriam. Este programa, que busca mejorar la salud mental y el bienestar psicosocial de los sobrevivientes del conflicto armado y de las comunidades afectadas por la violencia, identificó la importancia que tiene la música de los violines caucanos en la identidad étnica afrocaucana, pero también en su salud mental. Así que se dio a la tarea de identificar a los maestros luthier de Santander de Quilichao. 

Junto a Deriam, el Programa reunió a Deyanira Bocanegra, Luis Sarta, Orlando Diaz, Nelson Popó y Carlos Gonzáles, quienes conformaron el grupo Luthiers Quilichao. Hilando Vidas y Esperanza los fortaleció en diversos temas y esto les permitió participar en el Festival Petronio Álvarez, en Expoartesanías y en el Festival de Jazz de Nueva Orleans en Estados Unidos. 

Paralelamente a la consolidación del grupo, Deriam ha seguido creando y experimentando en su taller. Por ejemplo, con el aserrín que le sobra ha empezado a construir una especie de concha, que le sirve para fabricar charangos y contrabajos.

Uno de estos últimos se lo vendió, junto a un violín caucano, al intérprete de música cajún y ganador del premio Grammy, Louis Michot, en Nueva Orleans. “Ya me escribió, lo probó en su casa con calma y le encantó. Sus amigos le han preguntado cómo conseguir estos instrumentos y estamos viendo cómo distribuirlos allá”

La próxima meta que se puso Deriam es construir en su casa un centro de artes y saberes, donde pueda exhibir los violines caucanos más antiguos que ha encontrado en sus investigaciones, donde pueda enseñar a los más jóvenes su arte y garantizar que no se pierda esta tradición. Seguramente allí también estará esa primera guitarra que dibujó en una cartulina.

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