Crisálida López y su hijo Diosmar, de 3 años, pertenecen a la etnia amazónica Piaroa asentada en el caserío de Limón de Parhueña, un poblado venezolano de 800 habitantes camuflado por el frondoso bosque tropical que bordea la frontera entre Venezuela y Colombia en el departamento de Vichada. Ambos se libraron de la malaria debido a la acción oportuna de los agentes comunitarios de la Unidad Operativa de Enfermedades Transmitidas por Vectores. 

La vida de Crisálida López, una mujer indígena Piaroa de 33 años, transcurre en un interminable camino de ida y vuelta entre Limón de Parhueña, en medio de la selva amazónica venezolana, y el municipio de Puerto Carreño del lado colombiano. El recorrido le toma 48 horas en las que debe atravesar trochas, machacadas por el invierno en motocicleta y otros tramos navegando los ríos Orinoco, Vichada y Meta.

Crisálida es una de las tres profesoras de la escuela de Limón de Parhueña, un poblado de 800 personas que se dedican principalmente a la caza, a la pesca y a la recolección de frutas.  Así lo han hecho como práctica ancestral y así lo siguen haciendo hoy.

El motivo de la peregrinación de “la profe” es la necesidad de conseguir alimentos y medicinas a sus tres hijos, productos que en su comunidad son escasos y que, de estar disponibles, no los puede comprar debido a la situación económico que se presenta en la frontera.

 

Leti, niña indígena de 5 años, lleva en brazos a su hermano después de haber recibido las vacunas y medicamentos que, como Diosmar, necesitaba con urgencia. Ambos recibieron, además, valoración nutricional, control por pediatría, suministro de micronutrientes y consulta odontológica. Los dos hacen parte de las 7.000 niñas y niños nacionales venezolanos y colombianos, menores de 5 años, atendidos por el programa Migración & Salud de la OIM Colombia. Foto: OIM Colombia.

 

Crisálida viaja sola. Algunas veces se ha visto obligada a aguantar hambre en estos trayectos, además de aguaceros inclementes, frecuentes en la zona. Sin embargo, esta vez lleva en su espalda, amarrado con un pañolón, a Diosmar su hijo menor de 3 años quien está ardiendo en fiebre, tiene vomito, escalofríos y dolor de cabeza.

La madre creyó reconocer la enfermedad de su hijo. Un año atrás había presentado los mismos síntomas cuando le diagnosticaron malaria en el Hospital San Juan de Dios de Puerto Carreño, en territorio colombiano.

Acosada por la incertidumbre, Crisálida emprendió este recorrido con Diosmar rumbo a Puerto Carreño, donde sabía por experiencia propia que tenía el derecho de acceder a la atención de salud como migrante. Al llegar a su destino fue remitida, por una gestora comunitaria de salud de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) Colombia, a la Unidad Operativa de Enfermedades Transmitidas por Vectores, ubicada en el paso fronterizo por la Secretaria de Salud del Vichada y a cargo de un equipo de agentes comunitarios de salud.

“Para mí llegar a la Unidad fue una bendición después del largo camino porque atendieron a Diosmar que estaba muy mal. Allá nos orientaron para no infectarnos de malaria otra vez. No me cobraron nada y nos dieron las medicinas”, afirma Crisálida.

 

Crisálida recibe de los profesionales de salud, apoyados por la OIM Colombia, los medicamentos que necesita su pequeño hijo Diosmar para recuperarse de la malaria. Foto: OIM Colombia

 

El doctor Alexander Zamora, Coordinador de Enfermedades Trasmitidas por Vectores del Vichada explica “en el departamento contamos con siete Unidades Operativas de este tipo, en sitios estratégicos a lo largo de la frontera donde acuden regularmente nacionales venezolanos provenientes principalmente de los estados de Amazonas, Apure y Bolívar. Contamos con un total de 42 agentes comunitarios en salud capacitados y con los insumos necesarios y suficientes para identificar, diagnosticar y brindar tratamiento oportuno a venezolanos y colombianos por igual”.

Los profesionales de la Unidad Operativa aplicaron de inmediato el tratamiento antimalárico a Diosmar y motivaron a Crisálida para que trajera a su hijo a las consultas de control necesarias, y también para que tomara las medidas de prevención necesarias con su familia.

 

Niñas y niños indígenas, hijos de nacionales venezolanos, en una de las 107 Jornadas de Salud promovidas por la OIM Colombia entre octubre de 2018 y agosto de 2019. Foto: OIM Colombia

 

Es común que un paciente diagnosticado con malaria, una vez tratado y curado, se vuelva a infectar si es expuesto nuevamente a la picadura del zancudo transmisor del parasito que desencadena la enfermedad, dado que aún no existe una vacuna 100% efectiva para prevenir el contagio.
 
De hecho, la comunidad Piaroa, donde vive Diosmar, está mejorando sus condiciones de acceso al servicio de salud en el marco del Proyecto Fortalecimiento institucional y comunitario para la respuesta de salud de emergencia para los migrantes venezolanos y comunidades receptoras de la Oficina de Asistencia para Desastres en el Extranjero de USAID (OFDA), implementado por la OIM, a través del cual se fortalece el componente comunitario e institucional mediante e la capacitación a los profesionales de las Unidades Operativas de Enfermedades Transmitidas por Vectores, para la respuesta en salud en varios frentes de acción. Se destacan los siguientes: robustecer la capacidad de reacción frente a las enfermedades transmitidas por vectores, con énfasis en malaria, a través de la educación para el reconocimiento de síntomas, acompañamiento y referenciación de los pacientes hacia la atención en salud.

Hoy Diosmar está recuperado, sano y feliz. Su familia ahora recoge las basuras que se puedan acumular en las cercanías de su vivienda, están pendientes de remover el agua estancada y utilizan mosquiteros, todo para prevenir nuevos contagios de la enfermedad.