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Seguridad alimentaria para el empoderamiento, la sostenibilidad y la integración: la historia de la Alta Guajira

Seguridad alimentaria para el empoderamiento, la sostenibilidad y la integración: la historia de la Alta Guajira

 

 

A través de un proyecto productivo de seguridad alimentaria y la capacitación de la comunidad del corregimiento de Nazareth sobre asuntos agropecuarios y administrativos, se han mejorado las condiciones de vida, se ha aumentado la generación de ingresos comunidades y se ha garantizado el acceso a nuevos alimentos para su canasta básica.

En la Alta Guajira, específicamente en el municipio de Uribia, un grupo de indígenas Wayúu ha acogido a población de nacionales venezolanos y colombianos retornados. Ellos, además, han logrado la transformación de un territorio que pasó de ser una zona desértica, a ser una tierra con potencial para el cultivo, la cría de chivos y la generación de alimento con pollos de engorde.

En alianza con la Fundación Alpina y la Cancillería, los programas Inclusión para la Paz (IPA) y Estabilización Comunitaria (CSA) de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) -a través de su Fondo de Donaciones-, implementados por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), lograron beneficiar a más de 1.000 personas.

 

   

 

Esta articulación consistió en unir esfuerzos, tanto para generar seguridad alimentaria en esta comunidad Wayúu de la Alta Guajira, como para atender a nacionales venezolanos y colombianos retornados que han llegado recientemente a este territorio, en el que la Fundación Alpina había iniciado el proyecto años atrás.

Desde sus prácticas ancestrales, fusionadas con conocimientos técnicos, los beneficiarios lograron garantizar el autoconsumo con huertas caseras y comunitarias, trueque y venta de productos. Asimismo, para el consumo de pollo, huevos y chivos se incorporó el manejo de buenas prácticas con especies menores.

Rosemery Gómez es una de las beneficiarias del proyecto implementado en Nazareth quien, cuando retornó desde Venezuela al país, encontró que los agricultores de la zona tenían huertas con productos que hasta ahora estaban conociendo; como el pimentón y el cilantro y, además, estaban aprendiendo a sembrar maíz, fríjol, yuca, plátano y otras hortalizas que hacen parte de su alimentación.

 

   

 

“Nos sentimos con oportunidad de deleitarnos con esos alimentos…mango, ciruela, cebollín, pepino, lechuga, remolacha, berenjena son algunos de los alimentos que se han ido ganando un espacio en la huerta y que, junto con el huevo y la carne estaban fuera del alcance”, afirma.

Este proyecto, que se consolidó a través de la concertación comunitaria, dispuso de un equipo técnico especializado, que estuvo encargado de facilitar la interacción con las comunidades para garantizar el respeto por sus costumbres, la cosmogonía y las jerarquías. Este es un tema fundamental para los grupos étnicos involucrados.

 

Alimentación, salud y generación de ingresos

Junto al progreso en materia de seguridad alimentaria, el proyecto ha promovido la autogestión comunitaria para asuntos de ahorro y crédito. “Son familias que en comunidad han logrado llegar a ahorrar hasta siete millones de pesos”, con los que pueden hacer créditos y reinvertir en las huertas y galpones para seguir creciendo, agrega Rosemery.

La articulación de esfuerzos y el trabajo en equipo han permitido que la comercialización entre las comunidades y fuera de ellas dé lugar a una mejor calidad de vida. Sumado a lo anterior, no solo el consumo de alimentos con mayores nutrientes, sino la salud de los niños y niñas, -antes catalogada como deficiente-, ha mejorado. Así lo afirma Ana Felicia Polanco, mujer Wayúu, quien ha trabajado con la primera infancia en estas comunidades: “Ellos al estar bien nutridos, bien alimentados, tienen una mayor capacidad intelectual. Porque, prácticamente, La Guajira era significado de pobreza extrema, de niños desnutridos, y hoy en día, en los niños vemos los grandes cambios”.

 

      

 

El aceleramiento en la producción, un consumo óptimo de alimentos y mayor comercialización, son el resultado de un proceso en el que USAID, OIM, la Fundación Alpina y la Cancillería han creído y que se ha consolidado de la mano de la comunidad. Al final, esto ha conllevado a apalancar el desarrollo socioeconómico de la zona desde las mismas comunidades, pues son ellas quienes se han apropiado de los procesos y hoy pueden hablar de sostenibilidad. Son ellas quienes han arraigado conocimientos y las expectativas de continuar, como una forma de seguir prosperando como comunidad.

 Conoce más sobre este proyecto que transformó la realidad de un territorio. Un lugar que pasó de ser árido a una tierra que cultiva esperanza. Clic aquí.