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Mujeres indígenas que tejen el desarrollo de su comunidad

Mujeres indígenas que tejen el desarrollo de su comunidad

La comunidad Eperãrã Siapidaarã de San Joaquincito es el único pueblo indígena situado en la parte baja de la cuenca del río Naya, una zona ubicada entre los departamentos del Valle del Cauca y Cauca, que se ha caracterizado por contar con una gran producción artesanal. Ahí las mujeres, con esfuerzos individuales, han crecido trenzando fibras naturales. Y lo hicieron así durante muchos años, hasta la creación de ASPEMIARJ. En este espacio, Eunicia Quintero, representante de la Asociación, y otras 45 mujeres, se reúnen para tejer colectivamente los hilos que sostienen gran parte de la existencia de la comunidad, fundamentada sobre el principio de la unidad y la familia. Son principalmente las mujeres quienes se encargan de transmitir en el hogar los conocimientos propios, al tiempo que contribuyen a conservar la vida en el territorio a través de la comercialización de sus artesanías. 

¿Cómo nace ASPEMIARJ?

La Asociación nace en 2017 luego de la implementación de dos procesos: por un lado, el fortalecimiento y recuperación de la biodiversidad de los terrenos de donde se extrae la materia prima para las tejedoras, con el acompañamiento de la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC); y por otro, el desarrollo del proyecto “Empoderamiento de las mujeres indígenas de Joaquincito en el río Naya para el liderazgo y la construcción de Paz” (2017-2018) con el liderazgo del Programa Inclusión para la Paz, que buscó formar a las mujeres, en competencias de gestión y emprendimiento. 

En el marco de estas acciones las participantes, contaron con espacios de articulación e intercambio de experiencias, en los que se priorizó el uso de su idioma ancestral, el Sía Pedee; proceso en el que evidenciaron la necesidad de asociarse y llevar a cabo la gestión y búsqueda de mercados para sus artesanías. 

Para Eunicia Quintero, como parte del apoyo brindado por USAID y OIM, una estrategia fundamental para la construcción y la consolidación del proyecto fueron los conversatorios con la Tachi-nawe (sacerdotisa o mayordoma), quien es la figura espiritual más importante para el pueblo Eperãrã Siapidaarã. Esta madre iluminó, desde la ancestralidad, el rumbo que debían tomar las mujeres; y, como uno de los resultados de ese primer proyecto se constituyó la Asociación de Mujeres Indígenas Artesanas de San Joaquincito (ASPEMIARJ).

 

La Ley de Origen

Cabe destacar que, tanto la comunidad como la Asociación, conciben el pensamiento como parte fundamental de su existencia. En el pensamiento se preserva la Ley de Origen, la cual representa la sabiduría tradicional y el conocimiento ancestral, y de su cumplimiento depende el equilibrio entre la naturaleza, lo material y lo espiritual. Para ASPEMIARJ salvaguardar la Ley de Origen, es garantizar la vida. 

En esta Ley, las actividades de las mujeres de la comunidad -desde su cosmovición espiritual- parten del respeto por la naturaleza, por su familia y por el otro; asimismo, la Ley enseña el “deber ser” de los miembros para garantizar la armonía entre la comunidad y el mundo de los espíritus ancestrales. 

Por ejemplo, para iniciar la práctica de la tejeduría, incluso para tomar la aguja o un atado de fibras, Eunice debe conocer las fases de la luna. La Ley dice que, de acuerdo con la época del año y del mes en que nació la persona, ella debe bañarse en un río en específico antes de que la luz de la luna abrace el territorio, pues de esta forma se despertará el gran espíritu de la tejeduría y tendrá vida el pensamiento. Es así como, con el cumplimiento de la Ley de Origen, la comunidad Eperãrã Siapidaarã de San Joaquincito, y todos los pueblos indígenas del país, desarrollan sus vidas en los territorios ancestrales. 

Retos y logros 

Cabe destacar que el Programa Inclusión para la Paz coordinó, durante el año 2020, la ejecución de un segundo proyecto que se llamó Fortalecimiento organizativo de la Asociación de Pensamiento de las mujeres Indígenas Artesanas de San Joaquincito desde la práctica de la tejeduría. Este buscó fortalecer las competencias técnicas y administrativas de ASPEMIARJ y así crear oportunidades de visibilización del trabajo de las mujeres artesanas y abrir nuevos canales de ingresos para la Asociación y sus miembros. 

El proyecto trajo consigo el reto de realizar el monitoreo de las actividades que desarrollaba la Asociación en medio de las dificultades que se presentan para llegar al territorio por la situación de emergencia sanitaria generada por el Covid-19 y la realidad geográfica. En este contexto, el Programa IPA posibilitó las condiciones adecuadas para acceder al territorio a través de comunicaciones vía telefónica y conversaciones sincrónicas con las lideresas y demás participantes del proyecto, y así la comunidad pudo superar las dificultades de comunicación y desplazamiento. 

También, Eunicia Quintero y el resto de las mujeres de la Asociación, quienes se desenvuelven en un territorio con escasa señal telefónica, llevaron a cabo un proceso de aprendizaje y familiaridad con las herramientas tecnológicas, en el que comprendieron cómo adaptarse y sumarlas a un nuevo dominio de habilidades fundamentales que ahora están puestas al servicio de toda la comunidad.

 

 

Asimismo, desde la gestión del Programa IPA en alianza con la Asociación, se contribuyó al diseño e implementación de la metodología para la transmisión de saberes ancestrales con enfoque diferencial en esta comunidad.  De igual forma, se apoyó con la dotación de insumos y herramientas para potenciar la capacidad operativa y de funcionamiento de ASPEMIARJ.

Frente a lo anterior, Eunicia explica adicionalmente: 

“Podemos identificar tres grandes logros de la Asociación: primero, la transmisión de conocimiento a las niñas, jóvenes y mujeres mayores, que garantiza el desarrollo social y comunitario; a su vez, este logro, junto con la formación y las herramientas recibidas nos permiten postularnos a convocatorias, como lo hicimos con Artesanías de Colombia, en busca de un mercado como lo tienen otros productores(as) del país, lo que se constituye como un segundo logro. Y tercero, la asociación es un ejemplo dentro de la comunidad porque nos permite seguir compartiendo nuestros conocimientos ancestrales con los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, porque ellos, al recibir una educación occidental, no consideran ni valoran los conocimientos propios que se han trasmitido de generación a generación. Nosotras, desde ASPEMIARJ, tenemos la oportunidad de transmitir estos conocimientos para que no se desvinculen de sus raíces ancestrales”.

La dinamización de los proyectos permitió que estas lideresas, desde la Asociación, visibilizaran sus actividades y asumieran nuevos retos no solo desde el aspecto cultural, sino técnico y administrativo. Muestra de este nuevo rol es la participación activa que tienen las mujeres dentro del Cabildo de San Joaquincito*, que es la autoridad del territorio, pues luego de este proceso formativo las mujeres lograron ocupar más de la mitad de la directiva del resguardo**. Incluso, se propició el escenario para que doña Ernestelia Hueso Moña llegara a ser la Gobernadora del Cabildo. 

De igual forma, y como resultado del fortalecimiento de su gestión económica, las mujeres realizaron un catálogo de sus productos artesanales, una herramienta que potencia sus capacidades de gestión y fortalece sus posibilidades económicas y de la comunidad en general. 

 

 

Puede conocer el catálogo aquí: (Se adjuntará catálogo aprobado por USAID el año pasado para uso de la organización)

Las lideresas de la ASPEMIARJ, han logrado posicionar el ejercicio ancestral de la tejeduría como una práctica comunitaria en donde, no solo se teje en chaquira, werregue, tetera o chocolatillo, sino que los hilos de la esperanza y el principio de la vida van dando forma a la autonomía del pueblo y su representación propia del desarrollo ancestral, espiritual y económico. ASPEMIARJ es una raíz de muchas raíces que da frutos desde el interior de la familia, pues su trabajo aporta a la protección, conservación y salvaguarda de los saberes patrimoniales del pueblo Eperãrã Siapidaarã. 

“Nosotras, como mujeres, no teníamos un valor representativo. Y hoy ya tenemos incidencia. Y para mí es un honor. Hago un llamado a que todas las mujeres de Colombia, especialmente a las de otros pueblos indígenas, se organicen y lleven a cabo procesos como el de ASPEMIARJ, que es una escuela para las futuras generaciones”, concluye Eunicia Quintero. 

La frase

“Nosotros como comunidad sí nos estamos proyectando como un modelo para las lideresas que vienen en camino, porque una comunidad donde haya hombres y mujeres con conocimiento y con voz, logrará una comunidad fuerte que será capaz de desarrollarse y defenderse. Eso lo hacemos nosotros como comunidad indígena de Joaquincito, Río Naya. Pero es evidente que, a nivel nacional, aún existe el desconocimiento de la participación de las mujeres, especialmente en otras comunidades indígenas en donde muy difícilmente permiten que una de ellas haga parte de estos espacios de incidencia”, Plutarco Garavito Naya, líder comunitario quien brinda apoyo técnico a la Asociación de mujeres.

 

 

*Cabildo: Es la forma de gobierno y autoridad propia del Resguardo. El Estado colombiano reconoce el Cabildo como una entidad pública especial, cuyos integrantes son miembros de una comunidad indígena, elegidos y reconocidos por ésta. Como organización sociopolítica tradicional, su función es representar legalmente a la comunidad, ejercer la autoridad y realizar las actividades que le atribuyen las leyes, sus usos, costumbres y el reglamento interno de cada comunidad, como lo constata el Decreto 2164 de diciembre 7 de 1995.

**Resguardo: Los resguardos indígenas son propiedad colectiva de las comunidades indígenas a favor de las cuales se constituyen y conforme a los artículos 63 y 329 de la Constitución Política. Estos tienen el carácter de inalienables, imprescriptibles e inembargables. Los resguardos indígenas son una institución legal y sociopolítica de carácter especial, conformada por una o más comunidades indígenas que con un título de propiedad colectiva goza de las garantías de la propiedad privada, poseen su territorio y se rigen para el manejo de éste y su vida interna por una organización autónoma amparada por el fuero indígena y su sistema normativo propio. (Artículo 21, decreto 2164 de 1995).