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La violencia invisible contra mujeres, niños y niñas: ¿Cómo ayudar?

La violencia invisible contra mujeres, niños y niñas: ¿Cómo ayudar?

 

*Esta colaboración se da en el marco de la implementación del convenio de cooperación entre la Embajada de Suecia en Colombia y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), para la “Implementación de planes de prevención de violencia basada en género y promoción de la autonomía de mujeres en proceso de reincorporación a la vida civil (Fase II)”,  que inició acciones en septiembre de 2019, y en el que se establecio una alianza de trabajo con Promundo-US para el desarrollo de un Modelo de Formación a Formadores en Masculinidades Alternativas. El artículo original en inglés, que se encuentra en el blog de Promundo-US, fue traducido al español con el apoyo de la OIM Colombia.


 

Por Clara Alemann, Directora de Programas, Promundo-US

 

En todo el mundo se nos pide quedarnos en casa -si podemos hacerlo, bajo la suposición que este es el lugar más seguro para soportar esta pandemia y evitar un contagio más amplio-, y algunas personas parecen olvidar que los hogares no son seguros para muchas mujeres y niños.

 

Mientras todos seguimos ansiosamente las noticias en constante evolución sobre la pandemia del coronavirus (COVID-19), para comprender cómo proteger a nuestras familias y a otros miembros de nuestras comunidades, también sabemos, como ya se ha documentado ampliamente, que otra pandemia invisible está afectando silenciosamente a miles de mujeres y niños en todo el mundo. En el actual brote de COVID-19, a finales de marzo de 2020, informes provenientes de Australia, Brasil, China, Francia, España, Italia, el Reino Unido y los Estados Unidos sugieren un aumento significativo de la violencia contra las mujeres (VCM) y de la violencia contra niños y niñas (VCNN). Phumzile Mlambo-Ngcuka, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, se ha referido a ello como la "pandemia en la sombra".

 

El constante y diario torrente de información, y las campañas públicas que se desarrollan en respuesta al COVID-19, deben considerar cómo pueden poner a la luz este flagelo y desafiar las desiguales relaciones de poder y las desigualdades de género que están a la raíz de la violencia contra las mujeres y los niños. La mayoría de las sociedades se basan en sistemas patriarcales en los cuales los hombres tienen mayor acceso al poder y a los recursos que las mujeres. En estos contextos, las desigualdades de género se legitiman y se perpetúan por medio de normas, prácticas y estructuras sociales restrictivas dentro de las familias, las comunidades y las instituciones.

 

Además, muchas leyes y políticas no abordan ni logran prevenir adecuadamente la violencia del hombre contra la mujer ni permiten que la mujer abandone relaciones de alto riesgo y abusivas. En todo el mundo, las normas sociales dominantes justifican la violencia del hombre y el control masculino tanto sobre las mujeres como sobre los niños. Permiten la disciplina violenta (castigos físicos a la mujer y a los niños), promueven una versión de la masculinidad basada en la violencia y el control que utiliza la violencia para resolver conflictos, y valoran la privacidad y la reputación de la familia por encima de la búsqueda de ayuda, desalentando así a las personas sobrevivientes de la violencia que son estigmatizados y culpabilizados al pedir ayuda.

 

No existe una causa única de la violencia contra las mujeres y los niños, ni una manera única de perpetrarla. En este sentido, prevenir esas violencias requiere intervenciones para reducir los múltiples factores de riesgo y desencadenantes. La transformación de las normas discriminatorias y el cambio de las dinámicas de poder requiere una financiación a largo plazo y un apoyo continuo a las organizaciones que trabajan para prevenir la violencia, así como a las que atienden a los sobrevivientes de VCM y VCNN, lo que es ahora más importante que nunca.

 

Un reciente informe del Centro para el Desarrollo Global (Center for Global Development) identifica los principales vínculos entre las pandemias con la VCM y la VCNN. Entre las más destacadas figuran la inseguridad económica, el estrés relacionado con la pobreza y las estrategias negativas para hacer frente a la situación; las cuarentenas y el aislamiento social que generan ansiedad y trastornos de salud mental, y que dan lugar a dificultades particulares para los padres debido al cierre de las escuelas y la interrupción de los servicios de educación y de cuidado infantil; la menor disponibilidad de servicios de salud y el acceso a los prestadores de servicios de atención de primera línea, y la incapacidad de las mujeres para dejar temporalmente de sus parejas abusivas. Las mujeres de color, especialmente las afroamericanas, las mujeres con discapacidades, y las mujeres migrantes y sus hijos, son particularmente vulnerables, ya que están desproporcionadamente representadas en los empleos peor remunerados con escasa o sin protección social básica, como la licencia de enfermedad remunerada, lo que limita su independencia financiera y su capacidad para abandonar una relación abusiva.

Si bien es necesario cumplir con el distanciamiento físico obligatorio u opcional estipulado, debemos encontrar la manera de permanecer socialmente y emocionalmente conectados, y encontrar formas de apoyarnos mutuamente, en particular los que corren el riesgo de sufrir violencia física y sexual en sus hogares mientras se enfrentan a los desafíos impuestos por el COVID-19. Las órdenes para permanecer en cuarentena o aislarse socialmente, no deberían obligar a las mujeres que sufren de violencia en silencio a seguir viviendo atrapadas con su agresor o que asuman la carga desproporcionada del cuidado y del trabajo doméstico, que hace más tenue su relación con el trabajo remunerado fuera del hogar.

 

Esta pandemia mundial debería ser una oportunidad para preguntarnos, cuando esto termine y volvamos a la "normalidad", qué aspectos de esa normalidad queremos cambiar. ¿Podemos utilizar este momento de cuarentena colectiva para reflexionar, cambiar las normas de genero restrictivas, y practicar relaciones más equitativas, solidarias y no violentas, en las que hombres, mujeres y personas de todas las identidades de género compartan el poder y los cuidados de manera más justa, y en las que todos tengan derecho a vivir sin violencia?  A corto plazo, si bien el apoyo en persona se hace casi imposible y muchas de las intervenciones de prevención de la violencia basadas en evidencia son difíciles de aplicar, ¿qué podemos hacer para prevenir la violencia dentro de la familia, para responder y apoyar a las sobrevivientes y ayudar a protegerlas?

 

A continuación, proponemos algunas acciones concretas basadas en lo que ha funcionado en otras pandemias y crisis sanitarias prolongadas:

 

  • Fortalecer las redes de apoyo social informales y virtuales: los sobrevivientes de violencia de todas las edades frecuentemente acuden primero a sus amigos, familiares, compañeros de trabajo y vecinos para obtener ayuda en diversos entornos. Se recomienda verificar como están amigas/os y vecinas/as que puedan estar en relaciones abusivas. Existen algunas plataformas virtuales y en línea para acceder a redes de apoyo que pueden ser útiles para los sobrevivientes (algunos ejemplos son MyPlan en los Estados Unidos, iSafe en Nueva Zelanda, iCan en Canadá y SAFE en los Países Bajos). En los casos en que no se dispone de plataformas en línea, se puede acceder a asistencia a través de redes comunitarias o de temas específicos por los canales de WhatsApp, que pueden ayudar a las personas a sentirse conectadas en momentos de aislamiento físico.

 

 

  • Informar a las comunidades con las que se trabaja o convive acerca de servicios alternativos remotos y virtuales (utilizando la tecnología de la información o los medios de comunicación para comunicarse con los sobrevivientes), publicando información en torno a los puntos de acceso, como farmacias o tiendas de comestibles; si estos son los únicos espacios públicos a los que pueden acceder los sobrevivientes, podrían ser zonas clave para denunciar los abusos y solicitar ayuda. Las personas también pueden compartir información sobre herramientas en línea para proteger a las mujeres durante la cuarentena, los procesos de denuncia, los números de teléfono de emergencia y los sistemas de apoyo disponibles para hacer frente a la violencia, y los servicios de salud mental. En Colombia, un ejemplo de ayuda segura y confidencial está disponible a través de la Línea Púrpura

 

  • Apoyar y donar para financiar la capacitación y la labor y los servicios vitales proporcionados por el personal de primera respuesta y los albergues de emergencia especializados en VCM/CNN para garantizar que quienes sufren de violencia doméstica -y pueden marcharse- dispongan de un lugar seguro con servicios de salud física y mental a los que acudir; y para garantizar que esos servicios puedan ampliarse y mantener un apoyo de calidad a largo plazo, o, si no existen, crear estos servicios en entornos remotos, rurales, de emergencia o de bajos recursos.

 

  • Promover y apoyar los esfuerzos para ampliar y reforzar las redes de protección y seguridad social que pueden reducir la vulnerabilidad y la estigmatización de las personas que actualmente están desempleadas o han perdido sus ingresos debido al cierre de empresas. Entre ellas figuran las siguientes: licencia de enfermedad remunerada, licencia parental y por cuidados, políticas de tiempo libre personal, seguro de desempleo, pagos directos en efectivo o mediante bonos por alimentos y/o alivio fiscal, que son fundamentales ante el desempleo masivo y la recesión económica en curso. Considerar la posibilidad de seguir y apoyar las directrices establecidas en la Declaración Feminista sobre la formulación de políticas de COVID-19, que ponen en práctica la necesidad de adoptar un enfoque de género, inclusivo y contemple las vulnerabilidades basadas en múltiples identidades de las personas, para garantizar el acceso a la información, los sistemas de apoyo y los recursos durante la crisis actual. Los gobiernos, las organizaciones de desarrollo y los profesionales deberían defender los principios de equidad, igualdad y no discriminación, centrándose en las personas más marginadas -mujeres, niños, ancianos, personas con discapacidad, personas con problemas de salud, población rural, personas no alojadas, personas institucionalizadas, personas LGBTQIA+, refugiados, migrantes, pueblos indígenas, apátridas, defensores de los derechos humanos y personas que viven en zonas de conflicto y guerra, así como las que se encuentran en las intersecciones de estas identidades- en el diseño y los procesos de toma de decisiones de los esfuerzos de preparación y respuesta que propongan.

 

  • Apoyar y realizar investigaciones para comprender los patrones y mecanismos de género que vinculan las pandemias con la VCM/CNN en diversos contextos. Todavía se sabe poco sobre la forma en que la violencia contra las mujeres y los niños cambia durante una pandemia, así como sobre las vías por las que se producen los diferentes tipos de violencia. Esta información es esencial para saber cuál es la mejor manera de apoyar e intervenir, así como para fundamentar las respuestas políticas y programáticas para mitigar el aumento de la violencia durante y después de las pandemias.

 

  • Apoyar a las organizaciones que involucran a hombres y niños en intervenciones de largo plazo destinadas a prevenir la violencia: Si bien necesitamos soluciones a corto plazo y continuas que respondan a las necesidades de los sobrevivientes, también debemos continuar la labor a más largo plazo con los hombres, para que participen en una reflexión crítica sobre los desequilibrios de poder y las normas y prácticas no equitativas en materia de género,  para fomentar la adopción de prácticas de cuidado y no violencia, así como la distribución equitativa del cuidado dentro del hogar. Para aquellos que implementen estos programas, consideren formas de explorar y desarrollar enfoques remotos y virtuales durante la pandemia; vinculen a los hombres con recursos para reflexionar sobre la calidad de sus relaciones íntimas, para que identifiquen las áreas que podrían no ser saludables y tomen medidas positivas. Consideren también la posibilidad de vincular a los hombres a plataformas virtuales en las que puedan intercambiar con otros hombres para reflexionar sobre sus propias vidas, sus familias, comunidades y estructuras sociales, y conéctenlos con recursos para abordar los sentimientos de falta de control, estrés e inseguridad financiera, así como la salud mental y el abuso de sustancias que pueden desencadenar la violencia cuando se combinan con normas perjudiciales y relaciones de poder desequilibradas.

 

  • Como padres o hombres a cargo del cuidado de niños que pasan un tiempo sin precedentes con sus hijos en el hogar, consideren incrementar su presencia e incrementar  el tiempo dedicado al cuidado y tareas domésticas, encontrando incluso pequeños momentos para conectar emocionalmente con ellos. Aprovechen esta oportunidad para hablar con sus hijos, y con los varones en particular, sobre el consentimiento, el respeto, la igualdad y la masculinidad saludable; desafíenlos y pregúntenles qué piensan de las representaciones restrictivas de los hombres y las mujeres en los medios de comunicación y en su alrededor, y anímenlos a apoyar los ideales de masculinidad saludables, equitativos, y no violentos. Algunos recursos útiles para facilitar estos debates pueden encontrarse aquí. Este es un momento vital para redefinir cómo nos cuidamos unos a otros. Hay mucho que los hombres pueden hacer para modelar el respeto, la igualdad y las relaciones no violentas en el hogar, así como aprovechar del momento para llamar la atención a largo plazo sobre la necesidad de aplicar las políticas y programas que protegen tanto a las mujeres como a los niños, y comprometer a los hombres y los niños en la prevención.

 

Aunque uno se pueda sentir impotente y desesperado al saber que esta silenciosa pandemia de violencia se está desarrollando en la sombra del COVID-19, hay cosas que cada persona puede hacer para apoyar a los sobrevivientes y contribuir a la prevención de la violencia.

 

La epidemia de COVID-19 nos ha demostrado que los gobiernos pueden movilizar recursos sin precedentes para salvaguardar la salud y el bienestar. La pandemia de violencia contra la mujer merece la misma preocupación y acción, ahora y en el futuro. De la misma manera que el COVID-19 nos ha obligado a reconocer que los sistemas de salud no pueden volver a ser descuidados ni a carecer de recursos, también las altas tasas de violencia contra la mujer durante la pandemia del COVID-19 pueden obligarnos a exigir a los gobiernos que adopten medidas decisivas y sostenidas para hacer frente y prevenir la VCM y VCNN.

 

Recientemente, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, hizo un llamamiento a los gobiernos de todo el mundo para que adoptaran medidas específicas para hacer frente a la violencia contra la mujer, entre ellas: aumentar la inversión en las organizaciones de la sociedad civil; declarar los albergues como servicios esenciales; crear formas seguras para que las mujeres busquen apoyo sin alertar a sus agresores; y ampliar las campañas de sensibilización pública, en particular las dirigidas a los hombres y los niños. Estas son medidas importantes y constituyen un buen comienzo, pero se necesita mucho más.

 

Todos los países del mundo necesitan un plan de acción nacional para eliminar la violencia de género plenamente financiado, con un fuerte liderazgo político que lo respalde. Los planes de acción nacionales deberían incluir un compromiso claro con la seguridad de los sobrevivientes, servicios centrados en los sobrevivientes, sanciones eficaces contra los que utilizan la violencia y medidas para prevenir la violencia antes de que ocurra.

 

Debemos reclamar políticas e intervenciones de prevención de la violencia que aborden los factores que ahora sabemos que causan o agravan la violencia, entre ellos: las normas patriarcales que sustentan la expectativa de muchos hombres de controlar a las mujeres, la exposición de los niños a la violencia, los traumas en la comunidad, las desigualdades económicas, el hambre y la inseguridad alimentaria, la densidad de los puntos de venta de alcohol , los altos niveles de consumo de alcohol, y el fácil acceso a las armas.

 

Un abordaje de inspiración feminista, centrado en el cuidado colectivo de los demás y la solidaridad, respaldado en evidencia de lo que ha funcionado en pandemias anteriores y de lo que es eficaz para apoyar a los sobrevivientes y para prevenir la perpetración de violencia contra las mujeres y los niños a corto y largo plazo, es lo que ayudará a poner fin a las pandemias visibles e invisibles.