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En Cali las mujeres indígenas tejen memoria y mantienen viva sus tradiciones

En Cali las mujeres indígenas tejen memoria y mantienen viva sus tradiciones

Lejos de sus comunidades de origen, mujeres indígenas practican día a día la tejeduría para salvaguardar su patrimonio ancestral y fortalecer sus unidades productivas. Ellas, asentadas hace más de una década en zonas vulnerables de la ciudad de Cali, promueven la conservación de la cultura propia, al tiempo que demuestran que el trabajo mancomunado posibilita el desarrollo sostenible y teje esperanzas de vida.

Para muchas artesanas indígenas tejer no es sólo trenzar hebras de hilo; es recrear las prácticas ancestrales de sus antepasados y dibujar los conocimientos del territorio. Tejer es garantizar la vida bajo cualquier circunstancia. Así, un grupo de ellas, desplazadas por la violencia, arribó a la ciudad de Cali en búsqueda de nuevos horizontes que les permitieran continuar con sus vidas.

Una de ellas es María Lucila Peña Pascué, del pueblo Nasa, quien recuerda que hace 20 años llegó a la capital del departamento del Valle del Cauca con el anhelo de encontrar una oportunidad.

María Lucila se instaló en zonas vulnerables de estratos 1 y 2 en donde la mayoría de sus habitantes hacen parte de la economía informal. Ella, y el resto de compañeras que pertenecen a resguardos del pueblo Nasa, Wounaan Nonan y Yanacona asentados en los departamentos del Valle del Cauca, Cauca y Nariño, luego de 10 años de distintos trabajos, se reunieron a tejer, como dice María Lucila, “a eso que nos enseñaron nuestras abuelas”.

 

 

La tejeduría se convirtió en la oportunidad que María estaba buscando, pues con esta práctica se fortalecieron sus conocimientos y se afianzó el significado de cada tejido, de cada mochila, de cada chumbe*, al tiempo que posibilitó que aportaran a la economía familiar. “Y ahí vamos tejiendo, todos los conocimientos para guardar nuestro saber ancestral, lo que dejaron escrito nuestros mayores y mayoras”, cuenta.

Estas mujeres viven por su “ley de origen”. Para los pueblos indígenas, la “ley de origen” representa el cúmulo de conocimientos y herramientas milenarias que cada pueblo ejerce en todo lo que hace, bien sea material o espiritual, para garantizar el equilibrio y la armonía de la vida en el universo. Para el pueblo Nasa, por ejemplo, la “ley de origen” establece que cada proyecto debe tener una apertura, y no tenerla es incumplir con la ley. La tejeduría, a propósito, hace parte de la “ley de origen” que las mujeres indígenas deben cumplir.

Es por eso que, para rescatar esta labor, especialmente en contextos urbanos, el Programa Inclusión para la Paz de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID) implementado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en alianza con Artesanías de Colombia, la Alcaldía de Cali y la organización Mujeres Indígenas Artesanas de Cali, desarrollaron el proyecto “Fortalecimiento del saber de las mujeres indígenas”.

En el marco de esta iniciativa, se llevó a cabo un proceso de formación en saberes, habilidades y derechos propios, no sólo como pueblos, sino también como mujeres indígenas; asimismo, la iniciativa potenció el emprendimiento de las participantes enfocado en la tejeduría. María Lucila y el resto de las participantes promueven la construcción de territorios incluyentes, y se convierten, además, en gestoras culturales de Cali.

El Programa Inclusión para la Paz se sumó al proceso para acompañar y fortalecer a las mujeres indígenas que habitan en la ciudad en 2017 cuando unió esfuerzos con el Laboratorio de Innovación, creado por Artesanías de Colombia, en su sede Regional Valle del Cauca, quienes venían identificando los procesos productivos y creativos de artesanos y artesanas.

El aporte del Programa se dio impulsando la vinculación de las comunidades indígenas y, aplicando el sentido comunitario como base del cumplimiento de la “ley de origen” de los pueblos étnicos.

Con esto, luego de dotar con insumos propios de la cultura indígena, como el algodón virgen, por parte del Programa Inclusión para la Paz, lo primero que María Lucila y las artesanas hicieron fue armonizar el proceso para comunicarle a la naturaleza el trabajo que se pretendía iniciar. Esto permitió que pudieran tejer, como lo hacían en sus comunidades y significó un redescubrimiento y un reencuentro con las raíces.

Cuando María Lucila llegó a la ciudad, comprendió que el espacio y la vida era diferente a la de su territorio. Fue una adaptación difícil, sumada a la doble discriminación de la que fue víctima dada su condición de indígena y de mujer. Sin embargo, María comenta que han “resistido con el conocimiento”, y explica: “tejer es una de nuestras formas de escribir. Las mochilas, las puntadas en crochet, cómo se hila, los cuidados que hay que tener. Y los chumbes, que son un libro ancestral que nos enseñaron las mayoras”.

Las artesanas también pudieron realizar otros procesos culturales como las Tulpas, un fogón donde nace la familia para los pueblos indígenas y que hace las veces de espacio pedagógico en las comunidades. El propósito de esta actividad fue reflexionar sobre la “ley de origen”, qué aplica para cada pueblo y cómo, desde ella, se promueven los derechos de las mujeres. Frente a esto, María Lucila indica que:

“El pensamiento indígena no es como el occidental. Nosotros lo vemos como enlazado en un gran tejido. Todo está enlazado en lo que vivimos y hacemos. Nosotras tenemos un grupo de danza en donde está enlazado el tejido y la medicina. Todo en uno. Es un solo tejido que nosotros debemos hacer y practicar”.

Es así como este espacio permitió abordar la simbología indígena para generar espacios de inclusión y respeto por la diversidad cultural que caracteriza a los pueblos étnicos y a la ciudad de Cali. A través de formaciones a emprendedores étnicos se llevó a cabo un trabajo profundo sobre el significado de cada tejido y se abrió un espacio para que las mayoras y tejedoras de más edad y conocimiento de las comunidades, pudieran volver a tejer, transmitir sus saberes a la juventud.

Esta niñas, adolescentes y jóvenes por su situación de desplazamiento, han crecido lejos de su tierra y por tanto, desconocen sus costumbres y han perdido las tradiciones. En ese sentido, la recuperación del vínculo ancestral es fundamental para el desarrollo del pensamiento indígena porque no se busca que los jóvenes sólo tejan, sino que se pretende explicarles los significados de cada trazo para que ellos los entiendan y formen su pensamiento, como lo manifiesta María Lucila.

El proyecto no sólo ha logrado reactivar el tejido cultural en las participantes, sino que ha permitido generar mayores espacios de interacción y liderazgo. María Lucila ve con buenos ojos este proceso de capacitación y considera que deben seguir propiciándose. Ella comprende su responsabilidad como mujer indígena y parte del pueblo Nasa y en ese marco asegura que “es importante transmitirlo. No cerrarnos como indígenas con el saber, para que otros conozcan el arte indígena y nos respeten”.

Actualmente, María Lucila y las demás mujeres comercian sus artesanías en el tradicional Parque Artesanal Loma de la Cruz, en Cali. Hoy, las tejedoras de Cali son otras: ya no se sienten solas. El autorreconocimiento y amor por su identidad las ha fortalecido. Algunas de ellas, incluso, antes del proyecto, sentían pena de su nombre indígena y lo cambiaban por uno occidental.

Pero en este momento la historia es otra, y a pesar de la emergencia sanitaria y las dificultades económicas que ésta significó para ellas, saben que ser indígenas y recordar su ley es su mayor fortaleza; asumen que sus saberes y su identidad las acompañan siempre, comenta María y dice que ella y las demás compañeras están convencidas de que su raíz milenaria y cultural es una opción de empoderamiento y de esperanza para la vida.

 

*Chumbe: Tšombiach o chumbe, es una palabra originaria quechua que traducida al español significa faja o cinta. El chumbe sirve para resguardar el vientre durante el período de gestación y después, para cubrir al bebé o para cargarlo en sus primeros meses de vida