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Música en las fronteras

Música en las fronteras

Tres hermanos que llegan después de un recorrido de más de una hora en bicicleta y ocho niños y niñas que, después de caminar varios kilómetros, arriban a su destino con la ilusión de aprender sobre música. Estas son algunas de las escenas que demuestran las ganas que tienen de participar en Música en las Fronteras, de la Fundación Batuta, que desde el año pasado apoya el Programa de Estabilización Comunitaria de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), implementado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en doce ciudades del país. 

Entre 2020 y 2021, 876 niños, niñas, adolescentes y jóvenes entre los 6 y los 25 años nacionales venezolanos y colombianos, han participado del programa de formación musical con el que se busca mejorar la calidad de vida de los habitantes de poblaciones asentadas en zonas fronterizas como Arauca, Cúcuta, Maicao e Ipiales, o lugares de acogida, como Medellín, Cali, Cartagena y Barranquilla.

La etapa inicial se realizó mediante clases a través de Internet, con videos pregrabados por los instructores, que los niños debían observar y devolver con las tareas hechas; para esto utilizaban implementos de casa o partes de su propio cuerpo que hacían sonar rítmicamente. “Se notaba mucho el compromiso”, expresa Fray Martín Contreras, gerente de la regional Oriente de la Fundación. Ya entrado el 2021 pudieron organizarse clases presenciales en grupos de máximo 12 personas. En algunos lugares, el proyecto fue hasta las casas de los niños, como en Puerto Carreño (Vichada) donde la población beneficiada es principalmente rural.

Cada semana, los participantes de la iniciativa reciben tanto formación musical, -orquestal, coro o ensamble vocal- como sesiones psicosociales en las que se discuten y aprenden asuntos relacionados con el cuidado, la integración y la interculturalidad. El proyecto logró promover la integración comunitaria entre ciudadanos migrantes y refugiados y nacionales colombianos, algo que con los niños resulta fácil porque “son abiertos y tienen mucha disposición para conocer otras realidades”, señala Contreras, quien resalta la disposición, el compromiso y el agradecimiento constante de los beneficiarios de Música en las Fronteras.

El ciclo cierra en agosto con un concierto virtual y algunas presentaciones presenciales para grupos pequeños, a través de las cuales se realizará una muestra del trabajo realizado con 615 niños y jóvenes venezolanos, 257 colombianos y cuatro provenientes de Perú.