Elvis Sánchez y Andrea Carolina González son la viva historia de muchos nacionales venezolanos que llegan a Colombia en busca de oportunidades laborales. Con el apoyo del programa de Estabilización Comunitaria de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), implementado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), lograron conseguir un empleo formal con garantías de seguridad social que pueden ser esquivas para muchos.  

 

Elvis y Andrea Carolina personifican una realidad repetida para muchos nacionales venezolanos: llegaron a Bogotá en busca de un trabajo que les permitiera labrarse un destino más optimista.  

 

Para ninguno ha sido sencillo. Ambos jóvenes conocen el sentimiento de angustia de ser ignorados o rechazados y de no tener con qué sobrevivir en el día a día. Elvis vive con su pareja y Andrea Carolina con su primo, sus únicos familiares en Colombia. 

 

“Desprenderse de todo, despedirse de la familia para venir a buscar una mejor calidad de vida y tener ese rechazo por tantos problemas que han cometido algunos de mis paisanos, se me hizo muy difícil”, recuerda Elvis.  

 

Pero aun frente a las puertas cerradas, tanto él como Andrea Carolina saben mantener la fe intacta y la buena cara. Ambos probaron con las ventas callejeras de tinto, de jugos, de dulces. Pero estos ingresos no eran suficientes para lograr la estabilidad que deseaban ni mucho menos algo de dinero para enviar a sus familias en Venezuela, que fue una de las motivaciones más fuertes para decidir salir de su país y probar suerte en Colombia.  

 

Elvis y Andrea no se conocen, pero Colombia les ofreció a ambos la misma oportunidad: empezaron un nuevo trabajo en agosto pasado. En plena pandemia fueron contratados por una empresa de aseo como operarios de limpieza. Él es publicista. Ella, educadora. Aquí reciben un salario mínimo que agradecen como un tesoro y comparten con sus seres queridos. 

 

Andrea está encargada de mantener desinfectados seis consultorios médicos de una clínica en Bogotá, y Elvis rota en diversos espacios industriales, clínicos, comerciales y residenciales, en los que debe garantizar la desinfección durante turnos de ocho horas.  

 

“Nunca me había imaginado que podía trabajar haciendo aseo, pero en esta vida hay mucho por aprender”, dice Andrea Carolina decidida a cuidar este nuevo empleo. “Me vine con el propósito de ayudar a mis papás porque en Venezuela la situación no es fácil. Por eso no me puedo dar el lujo de volver a estar sin trabajo”.  

 

El proceso de contratación con esta empresa implica 18 días de prueba como requisito para obtener un contrato por tres meses, que se va a ampliando a seis y doce meses conforme pasa el tiempo y los empleados demuestran su compromiso y disposición. Para ellos es una buena oportunidad porque tienen garantizado el salario y las prestaciones sociales. “Gano bien y tengo auxilio de transporte. Pude abrir mi cuenta bancaria también; yo estoy feliz por haber conseguido este trabajo. Era lo que más necesitaba”, señala Elvis.  

 

Tanto él como Andrea Carolina llegaron a este empleo a través del programa de Estabilización Comunitaria de USAID, implementado por la OIM con el apoyo de la Corporación Minuto de Dios en Bogotá.  

 

Recibieron talleres virtuales de marca personal y creación de hoja de vida, participaron en sesiones de orientación para presentar entrevistas laborales, así como en un ejercicio de duelo migratorio en el que reflexionaron sobre los dolores que ha implicado dejar su país.  

 

Para Elvis el trabajo ha sido la oportunidad de poner su vida en orden y, al igual que Andrea, enviar dinero para sus familias. El empleo, finalmente, les ha permitido volver a soñar con un futuro prometedor.