Popayán, Cauca. Mientras toma un sorbo de café La Esperanza, producido por hombres y mujeres en proceso de reincorporación, Claudia Bolaños recuerda cómo ha cambiado su vida en los últimos meses, desde que tuvo que salir silenciosamente del municipio El Patía, en el departamento del Cauca, por motivos de seguridad. “Perdí a mi familia y todo lo que con mucho esfuerzo habíamos conseguido. Tuve que salir de El Patía, dónde yo era madre comunitaria en un hogar infantil y líder campesina y convertirme en desplazada de mi amada Colombia”, afirma.

Claudia llego a Popayán, también el departamento del Cauca, con sus tres hijos, Erick de nueve años, Jhonier de dieciséis, y Sofía, de dos años. “Allá en mi tierra quedó todo y ahora solo tenía al frente una selva de cemento, un mundo que no era mío, sin un lugar donde vivir, sin trabajo y con tres hijos que dependían de mí”. En medio de la dificultad, Claudia recibió el apoyo de mujeres en proceso de reincorporación de la Nueva Área de Reincorporación (NAR) de Popayán, de la Asociación de Mujeres por la Paz con Justicia Social Las Manuelitas, de familiares lejanos y personas de movimientos sociales y campesinos que le brindaron techo y comida.

Así conoció el proyecto VIVAS: visibles, valientes, autónomas y seguras, financiado por la Embajada de Suecia en Bogotá e implementado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que busca contribuir desde el enfoque de prevención de violencias basadas en género a la reincorporación integral y la autonomía política, social y económica de las mujeres en los territorios donde se adelantan procesos de reincorporación.

Lo que más le llamó la atención del proyecto fue la estrategia integral de cuidado comunitario a la que, con su experiencia en cuidado de niños y niñas, decidiópostularse. Preparó y envió su hoja de vida, y, apenas unos días después, a través de una notificación en la que le informaban que había sido seleccionada, renació para ella la ilusión de poder desempeñarse como promotora del proyecto VIVAS, de poder aprender, formarse y hacer parte de un proyecto donde valoraban su conocimiento y su experiencia como madre comunitaria. Era una gran oportunidad, pues antes, no había podido conseguir trabajo por no contar con un título universitario o porque los horarios laborales propuestos no le permitían cuidar de sus hijos.

Estaba muy nerviosa en su primera semana. Era el momento de iniciar como promotora de primera infancia, no sabía cómo iba hablar y dudaba si iba poder entender lo que explicarían, o sí se notaría la diferencia por ser mujer de la zona rural. Sin embargo, todos esos miedos se fueron desvaneciendo cuando se dio cuenta que estaba rodeada de mujeres valerosas, amigables y solidarias.

Se sintió reconfortada, tranquila y segura para expresarse y ser ella. “Mi situación cambio, gracias a la oportunidad que se me dio por medio del proyecto VIVAS. Me devolvió las esperanzas de continuar, haciéndome sentir incluida, dándome capacitaciones, pero, sobre todo, me permitió rodearme de un personal maravilloso y del apoyo de mis compañeras para solventar lo económico y emocional y poder brindarles a mis hijos ese bienestar”, afirma Claudia.

A medida que pasan los días, aumenta la esperanza. Ahora, como antes en su tierra, está trabajando con niños y niñas. Entre rondas, juegos y educación, va sanando poco a poco su dolor, fortaleciendo el tejido comunitario y ayudando a otras mujeres en su proceso de reincorporación, para, entre todas, seguirle apostando a la paz y construyendo lazos de sororidad para prevenir las violencias basadas en género en los territorios de Colombia.

SDG 5 - IGUALDAD DE GÉNERO
SDG 16 - PAZ, JUSTICIA E INSTITUCIONES SÓLIDAS